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Los pasos del elefante: una historia del imperio de Herr Paulmann

Memoria para optar al título de Periodista / La mañana del 17 de diciembre de 2009, Horst Paulmann lucía nervioso e impaciente. Vestido con un terno impecable y usando un casco plateado, miraba constantemente a su alrededor, mientras sostenía otro casco igual entre las manos. El que debía llevar el resto de los presentes ese día era blanco.

El desayuno para los invitados y la prensa —que había sido citada a las 9 en punto de la mañana en Costanera Center— ya estaba servido. Sus hijos Heike, Peter y Manfred (actual vicepresidente de la compañía) compartían con otros altos ejecutivos de Cencosud y autoridades como el alcalde de Providencia, Cristián Labbé, y el de Vitacura, Raúl Torrealba. También estaban presentes las ministras del Trabajo y de la Vivienda, el ministro de Obras Públicas, el senador Pablo Longueira, el ex presidente de la Cámara Baja, Rodrigo Álvarez, y Lorenzo Constans, el presidente de la Cámara de la Construcción. Pero la invitada más importante no había llegado.

Era un día crucial: el que Paulmann había escogido para reiniciar los trabajos en el proyecto más emblemático de su compañía, que prometía cambiarle la cara al sector oriente de la capital y en el que ya se habían invertido cerca de 250 millones de dólares. Las obras estaban detenidas desde hacía casi un año, pero una semana antes de la primera vuelta presidencial de diciembre de 2009 Paulmann sorprendió al anunciar que éstas serían reanudadas. En conferencia de prensa, señaló que la ceremonia se había fijado a propósito antes de las elecciones para que “nadie dijera que había sido gracias a Frei, Marco o Piñera”. El anuncio estaba precedido por un cruce de declaraciones y mensajes enviados a través de la prensa entre el ministro de Obras Públicas, Sergio Bitar, y el empresario. En diversas notas de prensa, se responsabilizaban mutuamente por el retraso en el reinicio de los trabajos, a la vez que daban señales de que las conversaciones entre gobierno y la compañía llevarían prontamente a un acuerdo.

Como puede apreciarse, el empresario no había escogido cualquier fecha. En las elecciones llevadas a cabo cuatro días atrás, el 13 de diciembre, Sebastián Piñera conseguía pasar a la segunda vuelta con un cómodo 44,23 por ciento. Bachelet, a su vez, enfrentaba sus últimos meses en el poder con un 80 por ciento de aprobación ciudadana. El empresario había tenido la habilidad de situarse en medio de la contingencia política, pero reafirmando al mismo tiempo su supuesta independencia de la misma. En su discurso de ese día, afirmó que “hicimos el anuncio una semana antes de las elecciones porque esta obra es tan importante, no solamente para nosotros que estamos aquí, sino también para todo el país que, igual que yo, no debería meterse en política”.

Paulmann llevaba poco más de una hora esperando cuando finalmente el vehículo de Michelle Bachelet hizo su entrada a Costanera Center. El chileno-alemán la recibió a la bajada del auto y la saludó efusivamente. Se tomaron algunas fotografías para luego desaparecer, junto a otras autoridades, durante otra hora en la que recorrieron en detalle las obras, sin prensa y en el más absoluto silencio.

A la hora de los discursos, el empresario pidió “un aplauso para una mujer que, contra el protocolo, aceptó y me acompañó a subir al piso veinte”. Luego de agradecerle su valentía y “sacarse el casco” delante de ella, Paulmann exclamó que eso justificaba el 83 por ciento de aprobación que en ese momento ostentaba la mandataria.

En la tarima lo acompañaban, además de Bachelet, su hija Heike, las “simpáticas” ministras Claudia Serrano y Patricia Poblete y Sergio Bitar, a quien presentó como “mi amigo”. Paulmann expresó que ese día estaban entre camaradas, por lo que no se hablaría del túnel , “es un acuerdo que tenemos entre nosotros”. También agradeció al alcalde Labbé “quién sufrió con nosotros y nos apoyó muchísimo” y al director de Obras de Providencia. En la oportunidad, el alcalde de Providencia señaló que la municipalidad percibiría cerca de 1.200 millones de pesos al año gracias a Costanera Center, por concepto de patentes y contribuciones. El dinero se utilizaría “en obras sociales y proyectos que mejorarán la calidad de vida de los vecinos”. El sufrimiento era justificado.

En su intervención, Horst Paulmann avergonzó a varios de sus amigos —como el embajador de Argentina, Ginés González— al pedirles que levantaran la mano y se identificaran ante los presentes, pero especialmente a Fernando Zúñiga, gerente general de ingeniería y construcción de SalfaCorp. El empresario aprovechó la oportunidad de espetarle al representante de la constructora un sonoro “Zúñiga, ponte las pilas, ¡contrátame gente!”, no sin antes dejar en claro cómo se hacen las cosas cuando él está a cargo: “Yo llegué anoche a las 23:30, pesqué el teléfono y llamé a Salfa y no estaba el amigo (Zúñiga). Lo llamé en la mañana a las 06:30 A.M., no me contestó el teléfono. Me devolvió la llamada a las 7. ¿Dónde está Zúñiga? Arriba las manos. ¡Zúñiga, no te escondas, arriba, arriba! Ponte las pilas y contrátame gente”.

La presidenta, por su parte, luego de agradecer “la confianza en Chile” que había tenido el empresario y destacar el espíritu de optimismo que se vivía en el lugar, se hizo eco de las palabras de Paulmann y repitió la misma solicitud. Pero el “señor Zúñiga” fue más prudente y ese mismo día señaló a la prensa que “se van a ir contratando (nuevos trabajadores) a medida que se vayan abriendo las distintas etapas del proyecto. Actualmente, nosotros tenemos una dotación aproximada de 200 personas, ya la próxima semana vamos a estar en 250, a principios de enero ya serán unas 500 personas y a fines de enero tendremos sobre mil”. En agosto se llegaría al peak de contratación, con tres mil trabajadores.

A pesar de que el “señor Zúñiga” intentó calmar los ánimos, la pomposa ceremonia —que no fue tal para Paulmann: “este no es un cóctel muy grande ni muy especial, no hay más que Coca-Cola, Ginger Ale y Pepsi Cola. No era la finalidad hacer una fiesta, sino que no se cruzara esto politizándolo”— no hizo más que inflar las expectativas. Mal que mal, fue la misma presidenta quien, con la ayuda de un walkie talkie, dio la orden a don Jeremías González para que comenzara a operar una de las grúas de la construcción.

Los obreros eran los más felices de todos. Se sacaban fotos entre ellos con sus celulares y trataban de inmortalizarse junto a las autoridades presentes. Tanto Paulmann como Bachelet se habían preocupado de saludar a un grupo numeroso de ellos y de dedicarles parte importante de su discurso, aunque el empresario fue más lejos y, como ya se había hecho una costumbre en la jornada, pidió un gran aplauso para “los viejos”.

Al final de la ceremonia ya había varias decenas de trabajadores esperando amontonados en el portón de Avenida Andrés Bello con la esperanza de que las contrataciones comenzaran de inmediato. Paulmann, quien ya se había subido a su Mercedes Benz para marcharse, se dio cuenta de ello y no dudó en bajarse del vehículo para ir a hablar con ellos y decirles que se harían todos los esfuerzos posibles.

Pero apenas se retiraron los invitados, un solo hecho dio cuenta de que se había ido un poco lejos: los pocos fierros que habían subido don Jeremías y su grúa fueron bajados nuevamente al suelo.

Identiferoai:union.ndltd.org:UCHILE/oai:repositorio.uchile.cl:2250/135420
Date January 2010
CreatorsAndrade Schnettler, Paulina, Cerda Díaz, Marcelo
ContributorsLagos Lira, Claudia Paola, Instituto de Comunicación e Imagen
PublisherUniversidad de Chile
Source SetsUniversidad de Chile
LanguageSpanish
Detected LanguageSpanish
TypeTesis
RightsAtribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Chile, http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/cl/

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