El estudio del Tribunal de Sanción (1930-1931) y su vínculo con los diversos acontecimientos que se llevaron a cabo durante el Gobierno de Augusto B. Leguía (1919-1930) desde una perspectiva descriptiva y explicativa, y su relación con los hechos conocidos como la “Revolución de Chota (noviembre de 1924 – noviembre de 1927)”, nos permite apreciar una forma particular, en la que en un contexto distinto al origen de los sucesos, los vencidos, vinculados a las fuerzas oligárquicas desplazados del poder por el leguiísmo y que lo retoman con la “Revolución de Arequipa”, encabezado por el coronel Luís M. Sanchez Cerro; abordan, retoman, reviven y recrean los sucesos experimentados por ellos como parte de una política represiva contra las autoridades y partidarios del oncenio, desde el discurso del otro y formas de poder que remueven los cimientos de la forma de desenvolvimiento de los procesos históricos del país, en el que la lucha política es una constante y que se observa mediante la asistencia a los tribunales y la prensa, en pos de clamar justicia por todo lo sucedido. El análisis de las fuentes, muestra un alto grado de división y búsqueda de justicia por parte de muchos ciudadanos que ya no se encuentran presentes, pero que en alguna oportunidad clamaron por justicia al ser parte vivencial de los problemas que experimentaba nuestro país, que desemboca en acciones de confrontación y que plantearon opciones de solución y que no fueron escuchados y entendidos, por lo que en la actualidad aún se sigue evidenciando muestras de despotismo, enriquecimiento ilícito, malversación de fondos, maltratos físicos, etc., un sinnúmero de delitos que como una cadena arrastra la historia republicana reciente.
Salvo, la aproximación realizada por Portocarrero y Camacho (2005), no existe trabajo que utilice la documentación del Fondo del Tribunal de Sanción, que se encuentra en la Dirección de Archivo Republicano, de la Dirección Nacional de Archivo Histórico del Archivo General de la Nación; ni tampoco existe algún trabajo que explique desde la visión del presente como aquel instrumento de persecución, para unos, y de justicia, para otros; expresó el sentir y anhelo de justicia de todos aquellos que habían sufrido la política represiva que desencadenó lo que se conoce como “Revolución de Chota” . Muchas de las denuncias tienen su origen en provincia. Por ejemplo, Manuel Escudero de la provincia de Tayabamba, fue denunciado el 10 de abril de 1930 por apropiación de dinero, robo y torturas; otro caso es el de Alberto M. Delgado, de Lima, quien fue denunciado el 11 de setiembre de 1930 por enriquecimiento indebido. Por ello, la investigación del trabajo que se presenta tiene como finalidad, aportar algunos datos históricos sobre el acontecimiento que tomó el nombre de “La Revolución de Chota” (1924-1927), acciones guerrilleras o bandolerismo para otros; desde la perspectiva de los agentes miembros de las fuerzas represivas durante el segundo gobierno de Augusto B. Leguía (1919-1930) o los grupos que estaban hegemónicamente en el poder por aquel entonces; principalmente desde la visión de los que llevaron a cabo el movimiento armado desde Chota, familias y vecinos de cada una de las comunidades que se vieron afectadas como Chota, Cutervo, Santa Cruz, Bambamarca, Hualgayoc; entre otras. Desde éste punto de vista , expresaremos el sentir de las personas que se vieron involucradas directa o indirectamente en el suceso; además de las consecuencias que tuvieron que resistir y soportar cada uno de los pobladores y “revolucionarios”. Para ello, tomamos como fuentes secundarias, periódicos y revistas de la época, el estudio de John S. Gitlitz (1980), trabajos como el del teniente Coronel (R) Genaro Matos (1968), José Villanueva Díaz (2008), el de José Pérez Mundaca (s.f.), Jorge Berríos Alarcón (1967) y Lewis Taylor (1993); entre los más importantes que han tratado el tema de la Revolución de Chota, los que nos ayudarán a apreciar la historia desde ambas orillas, es decir, desde los actores que iniciaron el “acto insurgente”, así como el de sus represores. Además, nos apoyamos en tres fuentes importantes: Las denuncias presentadas ante el Tribunal de Sanción (1930), los documentos de la Prefectura de Cajamarca (1924-1927) y; volantes y periódicos de la época; que nos permite realizar un aporte histórico para comprender y explicar el proceso que experimentó nuestro país.
La historiografía sobre el tema, que es reducida, indica que fue “el último levantamiento dirigido por los terratenientes en contra de un gobierno central…..un hacendado oriundo del Departamento de Cajamarca en la Sierra Norte del país…en conspiración con importantes políticos que se encontraban en el exilio en el vecino país del Ecuador…La revolución de 1924 no fue un evento histórico importante. Muy pocos han oído hablar de ella y no cambió el curso de la historia del Perú, ni influyó sustancialmente en ella” (Gitlitz, 1980: 127). Por otro lado, señalan que fue consecuencia de la acción de Leguía al granjearse las simpatías populares al darles por segura la reintegración de Tacna, Arica y Tarapacá, promesa que no llegó a cumplir y que generó una ola de protestas de los órganos representativos de la sociedad peruana; y la simpatía de los partidarios leguiístas. Además, de la política represora que había desplegado, al no permitir oposición política y deshacerse de todo aquel que no le era incondicional; y por eso se ha dicho que “así vivía el Perú en los momentos en que se produce en Chota un movimiento destinado a no permitir que Leguía se reeligiera y continuara en el poder” (Berrios, 1967: 86).
Aunque en esencia, para un mejor conocimiento y entendimiento de lo planteado con respecto al bandolerismo, no siendo objetivo fundamental de la presente investigación, es necesario tener en cuenta sus diversas interpretaciones; para lo cual nos hemos valido de una nutrida y variada bibliografía.
En tal sentido, uno de los primeros estudios de principios del siglo XX que abordan de manera sistemática el fenómeno del bandolerismo son los de Villavicencio (1930), Varallanos (1937) y López Albújar (1936); que son los puntos de partida, para el caso peruano, que podríamos decir, dan las principales premisas que caracterizarán al resto de estudios que se prolongan a través de la presente centuria.
En primer lugar, será Villavicencio (1930) quien lo define como un fenómeno delictivo, pues señala que “en el panorama de nuestra patología social, no existe un fenómeno delectivo [delictivo] más grave que el bandolerismo” (p. 80). No obstante indicar que “el bandolerismo no es típico del Perú” (p. 80). Asimismo, hurgando en sus orígenes y su desarrollo plantea que “la primeras manifestaciones del bandolerismo las encontramos en la Conquista y durante los días de la dominación española (…) La acción del bandolerismo se acentúa en los días republicanos” (p. 81), teniendo como causas “la desorganización política, el desprecio por la vida y la gente mercenaria que sirve los apetitos del caudillismo, constituye la más excelente savia de las actividades del bandidaje” (p. 81-82) y que “la guerra con Chile delineó más claramente la fisonomía del fenómeno” (p. 82).
Por otro lado, aborda su análisis identificando las formas de organización social que ya hemos conceptualizado, pero desde otra perspectiva, al expresar que “los bandoleros del Norte del Perú, clasifican sus agrupaciones criminosas en la forma siguiente: bandas, cuadrillas y pandillas. Las bandas se componen de cinco o seis individuos, la cuadrilla de dos bandas y la pandilla de varias cuadrillas. La cuadrilla se integra con bandas pertenecientes a dos circunscripciones territoriales diferentes. En la pandilla, en cambio, forman bandas de distintos departamentos, provincias o distritos. Las bandas de Piura, Huancabamba, Cajamarca, Chota, Cutervo, Huambo, verbigracia, formarían una pandilla” (Villavicencio, 1930: 82-83). Proponiendo, según el modus operandi, dos tipos de bandoleros: los que roban y; los que roban y quitan la vida.
En segundo lugar, partiendo de la búsqueda de los orígenes del bandolerismo, Varallanos (1937) afirma que “los primeros bandoleros del Perú, México, Cuba fueron, pues, españoles; los de EE. UU. Italianos, etc. Todos ellos descendientes de aquella chuzma de pícaros que, indultados o expulsados por los Reyes de España, o de Francia o de Italia, vinieron a probar fortuna, en calidad de inmigrantes, a estas tierras de la «fábula y la promisión» (…) surgiendo así el mestizaje y con él la herencia morbosa del criminal europeo en las generaciones americanas”, como también que “la conquista se llevó a cabo por gentes desheredadas –aventureros, frailes, soldados, vagos- lo que vinieron impulsados por la sola idea de lucro; sin el deseo de estabilidad que crea derechos y alienta el progreso” (Varallanos, 1937: 10-13). Por lo que será en la “Colonia” “en la que se encuentra las manifestaciones del bandolerismo organizado”, encontrando su causa principal en “la mala administración pública y en el mestizaje” (Varallanos, 1937: 13), “como no dábase el ejemplo de trabajo, ni el de la virtud a la verdad, la vagancia y el ocio florecieron como consecuencia de esta enfermiza administración (…) esa atmósfera viciada, esa enfermedad de fin de siglo, al decir de Ferri, favoreció el desarrollo de la delincuencia”, introduciendo el factor racial en su análisis al indicar que “favoreció la propagación y arraigo de esta plaga social. La introducción de los negros (…) fue la que originó ese mestizaje hibrido contribuyendo a la degeneración de las costumbres de esa época (…) De estos negros consentidos salían muchos ladrones y fascinerosos; y las familias hicieron punto de honor al apañar sus robos (…)” (Varallanos, 1937: 14). Por lo que se puede afirmar que fue herencia foránea, implantada con la llegada de los españoles al continente americano.
Sugiriendo una conceptualización, en la introducción de dicha obra, el Dr. Juan Marín va a expresar que “al profundizar las verdaderas causas que influyen en la génesis y desarrollo del bandolerismo, viene a descubrir los factores económicos-sociales que lo determinaron: el latifundismo como causante de miseria, la mala administración de justicia, la política caudillista, el personalismo, la falta de educación, el alcoholismo y las enfermedades, etc.”. Así mismo, agrega que el bandolerismo “es un morbo cuya etiología fue y sigue siendo común a todas las naciones hijas del ayuntamiento del fiero español con la dócil nativa o con la negra sensual”, aunque el mismo Varallanos (1937) dirá que “Siendo el bandolerismo, según nuestra visión, fenómeno social, producto del medio colectivo en que se produce, resulta esta forma de delincuencia en matiz de la estructura sociológica del Perú” (p. 11).
Por otro lado, Varallanos (1937) identifica 3 tipos de bandolerismo; el bandolerismo romántico que “es caballeresco a su modo, cabalgando jaque sobre sus instintos, a contrapelo de la sociedad, siempre lleno de color local, como dice Fernández Almagro” (p.3), y tomando el célebre relato de Ricardo Palma titulado Rey del Monte enfatiza la idea de que “solo los ricos eran víctimas de sus robos y su parte del botín lo repartía entre los pobres” (p.17) (idea diferente a la de E. Lopez Albujar), producto de “la mente del pueblo peruano, fantasista por tropical, por inculto, y por constitución racial, ha contribuido para la fama de algunos bandoleros” (p.6). El bandolerismo político, que se encuentran en los inicios de la “Colonia”, “en las guerras de rivalidad entre Pizarristas y Almagristas, por sus saltantes caracteres externos, vemos en ellas a bandoleros disputándose «el botín o el mando», típica forma, ya en aquella época, de bandolerismo político de asalto al poder” (p.14) y que para el S. XIX y S.XX mantiene su vigencia por que “estos delitos políticos (…) especialmente las llamadas «revoluciones» y «el caudillismo», han sido factores primordiales del bandolerismo en la época republicana”, resaltando el caudillismo, debido a que “las luchas internas que [lo] provocó (…) trajeron la anarquía del país (…) confundiendo los «ideales» de sus caudillos se desviaron para caer en bandoleros [encontrando] cierta similitud entre el caudillo peruano y el jefe de banda” Varallanos (p.19), y sobre las revoluciones en el Perú dirá que “en forma directa o indirecta, han sido causa del bandolerismo (…) los políticos revolucionarios han amparado continuamente bandas de malhechores haciéndolos pasar como sus partidarios para defensa de sus intereses” (p.114), por ejemplo, “bajo pretexto de «política» -de ser caceristas, pierolistas, etc.- se levantaron partidas de bandoleros por los años del 85 al 900” (p.115), por lo que “la política y los políticos de entonces [fines del S. XIX y en especial el caso de la presente investigación] han sido siempre amparados de bandoleros” (p.115), concluyendo que “esta clase de bandoleros están a la buena o mala suerte de sus patrones”. Por último, el bandolerismo social, para lo cual se sirve de un análisis criminológico, caracterizándolo como un delincuente de ocasión, que se sirve de un pretexto para delinquir, que bajo ciertas condiciones externas hacen que surjan sus inclinaciones delictivas, aunado con su falta de sentido social de la realidad, al tratar de satisfacer una necesidad económica en épocas de crisis; que a su vez es enmarcada en la forma de criminalidad primitiva, a diferencia de la evolutiva, al ser realizada por personas poco civilizadas, siendo el grado de instrucción un factor que determinará su identificación y desarrollo.
En tercer lugar, Lopez Albujar (1936), conceptualiza el fenómeno bandoreril expresando que “es una protesta, una rebeldía, una desviación o un mero recurso de subsistencia: protesta contra la injusticia del poderoso o la extorsión del fuerte; rebeldía contra las rudas determinaciones sociales, hostiles con el débil y contemporizadoras con el fuerte; desviación de la ética individual por acción de factores biológicos o hereditarios; recurso para satisfacer necesidades reales o ficticias, malas o buenas, creadas por la pasión o el vicio, la miseria o el hambre, pero al fin obra de una fuerza imperiosa y decisiva” , además de caracterizarlos al afirmar que “los bandidos de hoy vienen a ser los caballeros castellanos de ayer” (p.12); caracterizándolo como “una profesión, una carrera de seres rabiosos, desesperados, histéricos, como la del torero, la del acróbata, la del domador, la del pirata, la del contrabandista” (p.13) y que “cualquiera no puede ser bandido. Para serlo hay que carecer, precisamente, de conceptos éticos sociales” (p.13); además “el tipo de ellos no es el del bandido italiano, yanqui o francés; es el del caballista andaluz (…) un hombre que para robar necesita hacerlo sentado sobre algo” (p.14).
Asimismo, critica su forma anti modernista, arcaica, falta de visión para el desarrollo, la evolución; al expresar que “el bandolero odia la ciudad y la ve con irritación de pirófobo (…) es en este amor a las tierras libres y al caballo donde puede encontrarse la principal razón de existencia de nuestro bandolerismo (…) Nuestro indio, nuestro zambo., nuestro cholo desprecian el robo con discursos socaliñas y artimañas (…) y el uso de auxiliares como la química, la mecánica y la electricidad” (p.14). Sin dejar de mencionar que, cuando hace referencia a Tacna, la actividad económica como impulso de desarrollo del bandolerismo “sin vida comercial (…) no seduce” (p.52).
Sin embargo, no hay que dejar de lado, que la fuerte división social existente durante el periodo estudiado, setiembre 1930 - mayo 1931, influyó en el desenvolvimiento del Tribunal de Sanción Nacional, mediante la presentación de denuncias de diverso tipo; que configuró la aparición de una relación entre el Tribunal de Sanción Nacional y los movimientos sociales. Por lo que la denuncia sobre los sucesos de Chota fue vista como un medio de lucha política por un sector de la sociedad antes de tomar acciones de confrontación armada. Incluso, todas aquellas intenciones revanchistas tuvieron eco en el diario El Comercio, la Prensa y la Crónica, en busca de reconfigurar los hechos y conseguir reconocimiento por la sociedad de aquel entonces.
Por último, complementamos la presente investigación con trabajos de Aguirre y Walker (1990), Vivanco (1990), Flores Galindo (1990), Walker (1990), Aguirre (1990), Sanchez y Meertens (2002), Escajadillo (2009), Fernández (1993), Flores Galindo (1974), Flores Galindo (1983), Fonseca (2010), Frank (1925), Hunefeldt (1979), Luna (2006). Luna (2007), Marticorena Estrada, Miguel (2014), Matos (1968), Moreno y Tortella (2006), Muñoz (2009), Planas (1994), Quiroz (2014), Roca (1978), Sánchez (2009), Taylor (1984), Taylor (1988), Taylor (1993), Tord y Lazo (1977), Tord y Lazo (1982) Tord y Lazo (2007), Zevallos (2013) y Zubieta (2012); los que nos permite tener una visión global sobre el fenómeno bandolero y como se entremezcla con factores políticos sociales, la tradición permanente del S. XIX que aún subsistirá hasta mediados del S. XX, los intereses partidarios y su diversidad caracterización, que es llevado incluso al plano literario, y que ante una nueva coyuntura política, la “Revolución de Arequipa” genera el surgimiento de un movimiento de protesta que utiliza los espacios jurisdiccionales para hacer sentir su voz ante los atropellos que habían soportado durante los once años de leguiísmo. / Tesis
Identifer | oai:union.ndltd.org:Cybertesis/oai:cybertesis.unmsm.edu.pe:cybertesis/3864 |
Date | January 2014 |
Creators | Carrasco Celis, Christian Michel |
Contributors | Espinoza Soriano, Valdemar del Socorro |
Publisher | Universidad Nacional Mayor de San Marcos |
Source Sets | Universidad Nacional Mayor de San Marcos - SISBIB PERU |
Language | Spanish |
Detected Language | Spanish |
Type | info:eu-repo/semantics/bachelorThesis |
Format | application/pdf |
Source | Repositorio de Tesis - UNMSM, Universidad Nacional Mayor de San Marcos |
Rights | info:eu-repo/semantics/openAccess |
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