La modernidad fue no solo un proyecto ‘incompleto’ (Habermas, 1988), sino también, como describe Zygmunt Bauman, un relato ‘ambivalente’ e ‘inacabable’ (2011). Esta condición sintomática y persistente de la modernidad estuvo presente en las fronteras temporales o marco de acción de la arquitectura moderna, pero también llegó a extenderse o propagarse como herencia distinguible a través de la obra de otros muchos arquitectos posteriores o contemporáneos que pudieron abrir su discurso durante los años sesenta. El caso del arquitecto murciano Juan Antonio Molina Serrano (n.1944) pone de relieve este proceso de intercambio, hibridación y continuidad con lo moderno. Es detectable y reconocible, por consiguiente, un ‘saludable’ fondo de modernidad en su obra (Muñoz, 1982). La presente investigación buscaría –desde esta posible reverberación inicial– centrarse principalmente en tres niveles o escalas de análisis en torno a su producción: ‘lugar’, ‘patrimonio’ y ‘comunidad-sociedad’. El primero de los acercamientos intenta explicar la importancia que para el arquitecto Juan Antonio Molina tiene el lugar y el emplazamiento a la hora de proyectar. Su postura, de esta manera, se apartará del universo autorreferencial que determinados ángulos interpretativos de la arquitectura actual ocupan, para pasar a desplegar una visión más sensible y asertiva respecto del lugar en el cual se construye. Su alternativa proyectual interpelará así a la realidad como dimensión social, al ser consciente de la importancia que el contexto, en toda su amplitud, tiene cuando se interviene desde la arquitectura. Tres ejes centrales se analizan dentro de este primer marco de aproximación: las intervenciones en el paisaje, puntuando escalas colectivas, domésticas y de servicio o infraestructura; las incursiones en la ciudad, distinguiendo encuentros y filiaciones con las preexistencias o la memoria urbana y, por último, las propuestas e iniciativas en las calles y plazas, que terminan por constituir lugares recuperados y de celebración comunitaria. Gran parte de sus planteamientos resumen un ideario ético y edilicio que se despliega e identifica, por encima de todo, con una postura: la escucha del lugar, el respeto por el genius loci. El segundo lineamiento de la investigación busca valorar críticamente el alcance de sus incursiones en el patrimonio construido, de tal manera que se puedan registrar y reconocer una serie de principios presentes como definitorios de la mediación patrimonial llevada a cabo por el arquitecto murciano en los centros consolidados de la ciudad. De esta manera, se diferencian algunos de los fundamentos base teóricos que arropan su trabajo, para pasar a identificar los niveles de intervención más relevantes y significativos escogidos y utilizados por este profesional. En este sentido, se distinguen tres principales escalas o categorías de actuación: las ‘apropiaciones o matizaciones’, las ‘modificaciones o ampliaciones’ y, por último, aquellas que pretenden ‘trascender el lugar y construir un nuevo lugar’. Esta segunda directriz crítica busca señalar otro valor o principio estructural distintivo de su arquitectura: construir desde el presente respetando el pasado, pero entendiendo toda actuación como una oportunidad manifiesta para construir ciudad. El tercer nivel de interpretación tiene por objeto, principalmente, “el estudio de la condición humana como eje central de la aproximación a una arquitectura y planeación amigable con las personas” (Sim, 2019). Pensar sobre las distintas escalas de lo humano como epicentro del pensamiento disciplinar y el proyectar arquitectónico se convierte así en una asignatura indispensable y estructural en el campo de la acción proyectual. Desde el análisis de la producción de Juan Antonio Molina –sus estrategias de proyecto– y de su respuesta a las escalas de lo humano puede vislumbrarse una obra que busca, en esencia, estimular la fricción, la apropiación, el intercambio y el encuentro social. Del estudio de su trabajo se obtienen, por tanto, enseñanzas encaminadas a revelar hasta qué punto la acción arquitectónica puede llegar a involucrar a los habitantes, humanizar los espacios públicos y proteger y activar las escalas de lo humano. Este mismo argumento social, muy sugerente en su arquitectura, se alía y funde con otro contenido cultural, igualmente vertebrador y también presente en su obra construida: la mediterraneidad. Por último, y como resultado de una metodología de aproximación que quedaría organizada en torno a los tres puntos de análisis temáticos descritos, se estudia en detalle la que podría considerarse como una de sus intervenciones más significativas –definitoria y sintética de su poética personal–: el Centro de Artesanía de Lorca (1985-88).
Identifer | oai:union.ndltd.org:ua.es/oai:rua.ua.es:10045/146674 |
Date | 10 July 2024 |
Creators | Moreno Ortolano, Juan |
Contributors | Martínez-Medina, Andrés, Universidad de Alicante. Departamento de Expresión Gráfica, Composición y Proyectos |
Publisher | Universidad de Alicante |
Source Sets | Universidad de Alicante |
Language | Spanish |
Detected Language | Spanish |
Type | info:eu-repo/semantics/doctoralThesis |
Rights | Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0, info:eu-repo/semantics/openAccess |
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