Magíster en Estudios de Género y Cultura mención Ciencias Sociales / En el contexto de los estudios de género realizados hasta hoy, es un hecho que la producción intelectual es abundante en las problemáticas que afectan a las mujeres, quedando comparativamente postergada la atención al papel del hombre en la sociedad. Las reflexiones elaboradas respecto de la masculinidad presentan los defectos propios de aquello que no ha sido investigado por mucho tiempo. Esto afecta el conocimiento sobre el tema, principalmente porque la mayoría del material está elaborado por mujeres, siendo muy importante que los propios hombres se interesen por analizar su rol de género.
Dentro de los estudios de la masculinidad uno de los temas que más llama la atención de los investigadores e investigadoras es la crisis que están viviendo los hombres contemporáneos a la hora de construir su masculinidad. Producto de los cambios socioculturales y económicos que han aparecido con el proceso de modernización, los roles femenino y masculino antes estereotipados y rígidos, han tenido que transformarse a fuerza. La mujer ha logrado acceder, de manera cada vez más masiva, a la mayoría de los espacios públicos, y el hombre ha visto cómo su espacio y sus funciones han ido cambiando.
De esta manera, el hombre contemporáneo se enfrenta a una serie de contradicciones que ponen en jaque la construcción de una masculinidad que antes estaba clara, pero que hoy se diluye entre las expectativas actuales y los mandatos tradicionales. “Se trata de un cambio integral de la sociedad, que da cuenta de la transformación simbólica que otorga al hombre un conjunto de rasgos que poco a poco se van desdibujando, y en esa medida comienza a provocar el deterioro de la tradicional identidad masculina.”
Los contenidos simbólicos de la paternidad también están siendo afectados por estos cambios, de tal suerte que el hombre se encuentra, al momento de ser padre, ante un conflicto entre los mandatos tradicionales (ejercer la autoridad dentro de la familia, proveer económicamente y tener un rol periférico en la crianza), y las demandas provenientes de su pareja y sus hijos/as (cercanía afectiva, establecer relaciones horizontales, y tener un rol más activo en la crianza).
Desde el enfoque socio histórico un punto importante es la relación padre – hijo en el desarrollo de la historia occidental, que se ha caracterizado por ser una relación de poder. En la actualidad ocurre una transición en la que unas relaciones entre padres e hijos son autoritarias (las más tradicionales), mientras que otras son más igualitarias (las más recientes). A través de la historia se han articulado en diferentes maneras las dimensiones de la paternidad: función biológica de la reproducción, función psicológica presente en la relación educativa y la función social de la transmisión del patrimonio.
La paternidad es intrínsecamente un problema de relaciones. Es decir, que la paternidad es un producto social, en el que vínculos que se supone existen entre parentesco y afecto como definitorios de la relación padre – hijo, son finalmente una construcción humana. Siguiendo el planteamiento de Elisabeth Badinter, respecto de la masculinidad, son justamente los contextos (histórico, económico, social y cultural) y las relaciones de género, las que van articulando la masculinidad en cada sociedad.
Es el hombre quien engendra al hombre, dice Badinter, al explicar la importancia que tiene la figura paterna (real o simbólica) en la construcción de la masculinidad. La identificación con el padre, producida como una forma normal de elaboración del Complejo de Edipo, implica la necesidad de una figura que haga las veces de modelo. Si la figura paterna es simbólica, serán las madres quienes construyan una figura paterna idealizada y la transmitan a sus hijos.
La forma en la que los hombres aprehenden los contenidos de la masculinidad tiene directa relación con la percepción que tienen de la figura paterna (y no sólo en el ámbito de la paternidad propiamente tal, sino también, en todos los demás aspectos de su vida). Por lo tanto, las características de la figura paterna, en cada generación – y siempre tomando en cuenta las peculiaridades individuales – tienen gran incidencia en la formación de las masculinidades de la generación siguiente.
Si se asume la existencia de un orden social en el que las representaciones de la masculinidad están dirigidas por una masculinidad hegemónica, es lógico pensar que también hay un orden social en el que las representaciones de la paternidad estén dirigidas por una paternidad hegemónica.
De ser así, la paternidad hegemónica, entendida como una representación social de la paternidad, contendría una serie de características ideales que dirigirían los mandatos sociales acerca de la mejor forma de ser padre. A partir de este ideal (legitimado socialmente por medio de leyes), se organiza una serie de formas de ser, pensar y sentir la paternidad, lo que se traduce en un amplio abanico de paternidades.
La paternidad, entonces, podría definirse desde dos lugares: la representación social (paternidad hegemónica), y la práctica individual (paternidades).
En este sentido surge entonces, la siguiente pregunta de investigación: ¿Cuánto hay de continuidad o de ruptura, en relación a los contenidos simbólicos de las masculinidades, entre la construcción simbólica de la figura paterna de la generación de varones nacidos entre 1950 y 1960, y la generación de varones nacidos entre 1970 y 1980?
Identifer | oai:union.ndltd.org:UCHILE/oai:repositorio.uchile.cl:2250/113596 |
Date | 15 January 2006 |
Creators | Martínez-Conde Beluzan, Macarena |
Contributors | Montecino Aguirre, Sonia, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología |
Publisher | Universidad de Chile |
Source Sets | Universidad de Chile |
Language | Spanish |
Detected Language | Spanish |
Type | Tesis |
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