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Forma de reconstrucción de la identidad sociocultural del inmigrante peruano llegado a Santiago en la última década

Los flujos migratorios son una constante en el mundo actual, producido por
variables económicas, políticas, sociales u de otra índole. Un contexto
desesperado en una nación determinada puede generar y desplazar a miles de
personas de su lugar de origen. A nivel mundial, se estima en 150 millones los
individuos que residen fuera de su país de procedencia, originando múltiples
consecuencias tanto en la sociedad originaria como en la anfitriona. Los efectos
positivos que significa el arribo para el conglomerado receptor se cristaliza en
recibimiento hospitalario; en contraste, los negativos generan discriminación,
intolerancia y odiosidad de ciertos grupos nacionalistas que consideran a los
migrantes una amenaza a la identidad de una nación.
Por ser un tema donde se entrecruzan una serie de factores como la
globalización, el desarrollo económico, el bienestar social, los derechos humanos,
la reconstrucción identitaria, la inserción y adaptación del inmigrante es que se
tiene en gran parte del mundo un intenso debate sobre como afrontar este
complejo fenómeno. Sin embargo, se carece de lineamientos teóricos
homogéneos, por lo que el estudio de esta corriente presenta perspectivas
diversas. Es decir, para investigar sobre este tema hay que utilizar un modelo
multidisciplinario.
Los postulados sobre este fenómeno primordialmente remiten a que la
migración internacional es la suma de las desigualdades en los grados de
progreso entre dos áreas geográficas o naciones; por tanto, los movimientos
mundiales recientes se producen en los cambios sociales, políticos, culturales y
económicos que siguen a la penetración de los mercados capitalistas en las
sociedades no capitalistas. Esto se da en un escenario donde la globalización es
un fenómeno histórico que se distingue por el auge de las nuevas tecnologías de
comunicación e información y que está modificando las vidas y sociedades de los
diferentes países. El ingreso del mercado en zonas periféricas provoca el
movimiento de millares de sujetos desde sus conglomerados de origen; formando
un colectivo de trabajadores móviles, quienes vienen con el objetivo de aumentar
los ingresos y el capital.
Asimismo, la corriente migratoria se retroalimenta, gracias a la
conformación y consolidación de redes sociales entre los migrantes. En su
constitución y progreso participan distintos actores individuales y colectivos: desde
los apoyos personales fundados en el parentesco, la amistad o la nacionalidad,
hasta las asociaciones e instituciones de ayuda a la inserción del inmigrante.
Estas redes son dinámicas y se hacen más densas o se debilitan en función de las
mayores o menores necesidades y dificultades del migrante.
A su vez, las redes o cadenas migratorias podrían ser definidas como
"relaciones sociales que organizan y dirigen la circulación de trabajo, capital,
mercancías, servicios, información e ideologías entre las comunidades de origen y
destino de los emigrantes". (Pérez,2001:2) Estos enlaces, vinculados al parentesco y la vecindad, suelen plasmarse, luego, en la concentración espacial
de personas de origen similar y, a través del tiempo, originan transformaciones
económicas tanto en la sociedad de procedencia como en la anfitriona.
Si se remite a los primeros planteamientos teóricos, los migrantes se
trasladarían desde entornos menos desarrollados a entornos con mayor
desarrollo. Este desarrollo alude tanto a factores económicos como sociales.
También en los motivos de la inmigración inciden las necesidades, el presupuesto,
la educación que tenga el migrante, así como también, la lejanía o cercanía con el
lugar de acogida. Por otra parte, las propias redes o anclajes migratorios
conformadas por familiares, amigos y grupos organizados influirían en la opción
por un determinada zona.
A las diferencias entre los países, se suma el fenómeno globalizador que ha
afectado la ciencia y la tecnología, los medios de comunicación, los servicios
financieros, el arte, el turismo, etc y que ha ocasionado que desde las postrimerías
del siglo XX y las primeras del siglo XXI sean denominadas como la “Edad de la
Migración” (Castell, 1997), esto quiere decir, que durante esta etapa los flujos
migracionales aumentarán con las consiguientes consecuencias, tanto para la
sociedad de acogida como para la sociedad de origen.
En el contexto chileno, la inmigración ha sido un tema que siempre impulsó
a las autoridades chilenas a incentivarlo o a detenerlo. Uno de los primeros
antecedentes sobre la iniciativa de traer extranjeros al país ocurre en 1895,
cuando el gobierno de Jorge Montt dictó un reglamento de inmigración y le solicitó
a la Sociedad de Fomento Fabril la labor de organizar y supervisar dentro de la
nación la inmigración industrial, subrayando las áreas industriales que necesitaran
del aporte de inmigrantes europeos para su desarrollo (Norambuena, 1990). No
obstante, estas iniciativas no tuvieron los resultados esperados, si se compara
con los países vecinos como Argentina y Uruguay donde los flujos migracionales
fueron considerablemente mayor.
Durante las décadas de los noventas, en el país disminuyó ostensiblemente
la inmigración europea y aumentó en un rango superior los flujos provenientes de
los países limítrofes, especialmente desde Perú que ven en Chile a la “California
del Sur” en cuanto sitio de esperanza, nueva vida y oportunidades laborales.
Donde hay trabajo, donde hay posibilidades, allá va el migrante con o sin
documentos, usando diferentes vías, rutas, medios de transporte. Fascinados por
las imágenes de progreso, bienestar y consumo que proyectan los medios sobre
prósperas regiones, cruzan fronteras para ser parte del sueño americano, japonés
o del sueño chileno.
Por otra parte, en el Perú de finales del siglo XX la emigración se
transformó en una corriente social de insospechadas consecuencias tanto en lo
político, en lo social y en lo cultural. Para la década de los ochentas el número de
inmigrantes alcanzó el medio millón, pero al iniciar el siglo XXI esta cifra se incrementó en casi dos millones. Sus destinos preferidos fueron Estados Unidos,
Venezuela, Argentina, Chile, Japón y Europa.
A partir de 1994, ingresaron a Chile una cantidad considerable de
emigrantes peruanos que significó una serie de problemas tanto para el país como
para éstos. Para la nación receptora se constataron temas como el tráfico de
indocumentados, la xenofobia y el multiculturalismo. En tanto, para los migrantes
el tener que situarse en un escenario distinto al de la sociedad emisora les generó
desarraigo, pérdida de la identidad y exclusión, entre otros. Para éstos últimos,
las redes sociales, antes mencionadas y el espacio simbólico urbano adquieren un
importancia fundamental, en términos, de facilitar la adaptación y la reconstrucción
identitaria.
Una investigación de este tipo tiene algunas limitaciones. En primer
término, la poca relevancia del país como ente anfitrión de migrantes en el ámbito
mundial ha originado que halla una escasez de antecedentes actuales sobre el
tema. La información que se encuentra se relaciona con las migraciones desde
los países, que en su momento, ostentaban una condición colonial como España,
Italia, Alemania (siglo XIX) y de países limítrofes circunscrita a zonas
determinadas como los peruanos y bolivianos en el Norte y los argentinos en la
región Austral.
Por último, la carencia total de organismos investigadores que analizen esta
corriente tiene como resultado la inexistencia de estudios sobre flujos,reconstrucción identitaria,redes o anclajes sociales de las comunidades
migrantes.

Identiferoai:union.ndltd.org:UCHILE/oai:repositorio.uchile.cl:2250/112642
Date13 January 2004
CreatorsPeña Molina, Gonzalo
ContributorsFoerster, Roelf, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología, Magíster en Antropología y Desarrollo
PublisherUniversidad de Chile
Source SetsUniversidad de Chile
LanguageSpanish
Detected LanguageSpanish
TypeTesis

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