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Alfarería, Arqueología y Metodología: Aportes y proyecciones de los estudios cerámicos del norte grande de ChileUribe Rodríguez, Mauricio 19 March 2004 (has links)
Magíster en Arqueología / Por más de diez años nuestra labor dentro de la arqueología chilena se ha desenvuelto en el ámbito de la alfarería prehispánica. En particular, se ha experimentado un proceso de especialización en la cerámica arqueológica del Norte Grande y las distintas regiones que lo constituyen como son los valles occidentales de Arica, los oasis interiores y la costa de Tarapacá, así como las cuencas del río Loa y San Pedro en el Desierto de Atacama.
Este proceso se inició en los laboratorios que se crearon para estudiar los miles de fragmentos recuperados en el enorme y tardío sitio Pucara de Turi, en el curso superior del Loa. Se trató de un adiestramiento que inculcó la necesidad, por ejemplo, de ocupar fichas en el registro arqueológico, respaldadas en un instructivo claro y riguroso. Pero también significó enfrentar un estado determinado del material, la fragmentería, que es el más común que encuentra el arqueólogo.
Asimismo, este acercamiento permitió adquirir una perspectiva tecnológica y no sólo “formal” de la alfarería dentro de lo cual destaca el análisis de pastas en cuanto elemento fundamental para comprender los procesos de producción y distribución de este ítem cultural como también para precisar los procedimientos clasificatorios y, en consecuencia, las tipologías resultantes. Pero este proceso no se desarrolló exclusivamente en los laboratorios clasificando lotes de fragmentos, registrando colores y reconstruyendo la morfología de las posibles vasijas.
Incluso se pudo acceder a la experiencia etnoarqueológica directa a través de la observación y participación personal en ciertas etapas de la producción; pero más importante aún desde nuestro punto de vista, se vio a la cerámica en circulación dentro de diversas situaciones ceremoniales de las comunidades andinas del Loa Superior. En este sentido, se ha tenido la posibilidad de acceder a los actuales contextos de función y uso de los tiestos en sociedades tradicionales, así como algunos acercamientos a sus procesos de descarte y formación de basurales en tales contextos y en otros más cotidianos.
Sin duda, esta es una lección que constantemente se repite al visitar los pueblos de las tierras altas del Loa, gracias a lo cual fuimos capaces de proponer un sentido social y político para la cerámica a través de una memoria universitaria que intentó una aproximación más o menos madura al tema (Uribe 1996). En ella, en definitiva, se quiso rescatar una especie de ontología de este ítem de cultura material, es decir, el significado último contenido por las múltiples manifestaciones andinas del mismo. Fue así que definimos aquello como una potencial participación en las relaciones de reciprocidad y, de ahí, la aparición de la alfarería en ámbitos de poder.
Esta visión integral del artefacto es la que se fue generando, transformando y trasladando en la medida que se revisaron las muestras de fragmentos de varios sitios del Alto Loa, de Caspana en el río Salado afluente de este último, de Lasana y Quillagua en sus cursos medio e inferior, así como importantes colecciones de piezas enteras provenientes de Tarapacá e Iquique, Caleta Huelén en la desembocadura del Loa, Chacance, Calama y Chiuchiu en el Loa Medio, y San Pedro de Atacama. De este modo, por medio de un conocimiento de primera mano, se fue ampliando nuestro espectro alfarero a gran parte del Norte Grande y sus zonas de frontera (Altiplano Meridional de Bolivia y Noroeste Argentino), lo que a su vez implicó adecuar y aplicar tratamientos más cuantitativos por básicos que éstos fueran.
Paralelamente, otro reto en medio del anterior, fue tener que enfrentarse a la alfarería de Arica y los Valles Occidentales constituidos por las cuencas que abarcan desde Ilo y Chiribaya en el extremo sur del Perú, hasta las quebradas de Camarones y Camiña o Tana en Chile. Esto se tradujo básicamente en la inclusión del análisis estilístico y, en específico, decorativo dentro de la metodología aprendida en Turi, al mismo tiempo que significó salirnos de las épocas tardías que habíamos estudiado hasta el momento.
En consecuencia, se inició un nuevo proceso en el cual más con intuición y práctica que con teoría, se desarrollaron los criterios mínimos para entender los fenómenos de la decoración de las vasijas en tanto pintadas y/o modeladas. De ello, rescatamos nuevas maneras de apreciar los desarrollos culturales del extremo norte en términos de un reordenamiento de las secuencias histórico culturales y una nueva evaluación del efecto del Horizonte Tiwanaku en Arica. Esto, por otro lado, implicó salirse casi por completo de los fragmentos y tratar con piezas enteras, pero además involucró introducirse en los cementerios; por definición, espacios altamente simbólicos y en los cuales no se podía dejar de considerar los contextos ni el diálogo del resto de las evidencias investigadas.
Debido a lo fructífero que resultó este entrenamiento también pudimos enfrentar situaciones similares en Quillagua, para luego extender nuestro trabajo al estudio de los efectos sobre la alfarería de los Horizontes que integraron al Norte Grande en la órbita de los Andes Centrales. Así nos abocamos a los análisis estilísticos de la cerámica Tiwanaku, por un lado, mientras por otro desarrollamos estudios depositacionales de la fragmentería para un caso del Tawantinsuyo. En el primero, desde lo ceremonial e involucrando casi todo el espacio de distribución de tiestos del “estado altiplánico” por los Andes Centro Sur; en el segundo, a través de la perspectiva de lo “local”, funcional y más bien cotidiano.
Gracias a ello se ha configurado una manera de registrar decoración frente a la profusión de la policromía como sucede en el caso Tiwanaku, y hemos puesto en práctica una manera de identificar los cambios funcionales de los asentamientos durante la expansión del Tawantinsuyo.
En definitiva, a través de todas esas experiencias se ha ido constituyendo toda una manera de registrar y analizar la alfarería arqueológica que, en la actualidad, de nuevo pone a prueba nuestras posibilidades analíticas al introducirnos en el ámbito de las cerámicas más antiguas o tempranas del Norte Grande. Es decir, correspondientes al período Formativo donde esta vez no todo es cerámica, si bien hay alfarería. Colecciones de Arica, Tarapacá y Atacama nos muestran una amplia gama de industrias producto de un panorama en el cual las vasijas son hechas con arcillas crudas, mal cocidas, con antiplásticos orgánicos y minerales, apenas alisadas aunque también pulidas y a veces hasta con adornos modelados lo que nos ha remitido a preguntarnos cuándo, cómo y por qué aparecen estos artesanos en el desierto chileno.
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