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El Jallalla diario de los pobladores de la precordillera y el altiplano en la Región de Arica y Parinacota

Carrasco Rivera, Estefani Paulina 08 1900 (has links)
Memoria para optar al título de Periodista / Hace casi ya cinco años conocí la precordillera y altiplano de mi región. Fue bastante paradójico, porque llevaba 20 años viviendo en Arica y nunca había subido ni siquiera a Putre, y por unos amigos de Santiago quienes pasaron unos días de sus vacaciones en mi hogar, fue que decidí conocer estos hermosos paisajes de mi zona. Ese viaje despertó en mí la curiosidad y ansias por conocer el mundo y sus diferentes culturas, pero para ello primero debía conocer la propia, ¿Quizás cuantos ariqueños y ariqueñas como yo, han estado toda su vida en la ciudad y nunca han tenido la posibilidad de admirarse con la inmensa belleza que envuelve a la puna y la amabilidad que pueden llegar a dar sus sacrificados habitantes? Sin duda, estás dos variables fueron determinantes para que me enamorara de este rincón de Chile; en un mismo día de febrero, por la mañana se podía ver como la nieve cubría cual manto blanco las montañas que rodean los poblados y dan refugio a elegantes vicuñas que corren libres, mientras que por la tarde el sol acentúa el verdor de la comida de las llamas y alpacas que pastan en esos mismos cerros donde ya se ha derretido la nieve. Y como no dejar de mencionar a cada rostro gentil que saluda con un buenos días, buenas tardes o buenas noches a cada individuo que se cruza por su ruta en los pasajes del pueblo, sin necesidad de conocerlo si no que por la cortesía característica con la que se han formado. A pesar de su timidez o poca confianza, una vez que se les conoce bien, trasmiten su cadencia, una forma de vida simple, pero que conlleva la carga de una cultura milenaria que se trasmite solo por la narración. La alegría de la festividad también agregó ansias por conocer más sobre esta cultura milenaria, pues cada año en la ciudad bajan representantes de todos los pueblos a mostrar sus tradiciones con bailes y grupos de música en lo que actualmente es conocido como el “Carnaval con la Fuerza del Sol Inti Ch’ amampi”, el cual es un espectáculo colorido, que muestra con gozo la simpatía de las tradiciones de la zona. Pero no fue hasta febrero de 2012, cuando subí por segunda vez en la vida, que definitivamente me enamoré de la zona y decidí escribir sobre la cotidianeidad de los habitantes que mantienen vivas las cada vez más despobladas localidades de precordillera y altiplano de la región. De forma inmediata acepté una improvisada invitación para ir de paseo al carnaval de Socoroma por dos días y una noche, el cual me regaló experiencias hermosas que me motivaron a conocer más de acerca cómo pueden vivir todo el año los abuelos allá, quienes son los únicos que se quedan y deben soportar un estilo de vida bastante sacrificado. En el carnaval vi el respeto por las tradiciones, que siguen al pie de la letra, aunque eso signifique que el alférez o anfitrión del año, tenga que gastar millones en dar una buena recepción a la gente del pueblo y a quienes llegan a visitarlo. También conocí el verdadero juego de la challa, ya que cuando era niña lo jugaba sólo con agua o globos llenos de ella; pero en los pueblos es con agua, serpentina y mucha harina; todos juegan, nadie se salva de quedar empolvado hasta las narices. Allá en Socoroma también conocí lo que era la puna y el verdadero frío, caminar rápido genera un cansancio mayor por la falta de oxígeno y a pesar de las mantas y estar dentro de un auto, el frío cala los huesos. Al segundo día de viaje, antes de que toda la fiesta terminara conocí un anciano que vivía allí, solitario, estaba sentado a un costado del agujero donde por la noche se iba a enterrar a Juan Domingo Carnavalón, un muñeco que representa a los ancestros aymaras; el señor nos comentó que le daba gustó ver a la juventud en su poblado, pero que una vez terminado el carnaval, quedaba todo solitario de nuevo y sólo vivían unos 10 adultos mayores como él. Antes de volver para Arica, vivimos el final de la fiesta, cuando se entierra al Carnavalón en el cerro y mientras se quema el que se desenterró del año anterior, todos los asistentes se sacuden la harina en el agujero que guardará hasta el próximo carnaval los anhelos, deseos y metas que piden con devoción los asistentes de esta tradición.

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