Sin dejar de considerar que desde la creación de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, a finales de la segunda década del siglo veinte, había sido sólo una contingencia frecuente en egresados de la Escuela de Artes Aplicadas, por un lado, y en colaboración con el Instituto Pedagógico, por otro, el concepto de tesis para quienes estudiaban en la Escuela de Bellas Artes no era una sanción necesaria a la condición de artista. Y si bien la institución siempre exigió estas acreditaciones académicas a quienes desarrollaban ocupaciones distintas a la de los Artífices y Profesores de Estado en Artes Plásticas, esta obligatoriedad sería afianzada de modo traumático con el modelo de Universidad Intervenida de 1973. Desde entonces, este requisito con el cual un estudiante concursa la obtención de un grado académico o título profesional ha sido sostenido por los egresados en Bellas Artes, Artes Plásticas y/o Artes Visuales como un contradictorio trámite curricular. No deja de ser paradójico constatar que la Reforma de 1981, aquella que desmanteló el proyecto de Universidad Nacional, sea la que finalmente implementara la exigencia delineada por los reformistas de 1968 para profesionalizar la práctica artística por medio de tesis, memorias y seminarios. Sin embargo, el paradigma de explicar, interpretar y valorar la constitución tésica en el ámbito de lo universitario a través del conocimiento no verbal, sigue pendiente. Incluso, precipitando como alcance, objetivo y fundamento de este trabajo de egreso, las pautas institucionales que normalizan la gráfica y regulan los formatos de presentación física de las tesis en la Casa de Bello: a doble espacio (exceptuando preliminares, notas y referencias); en letra Arial 12 o Times New Roman 14; paginación en el ángulo inferior derecho sobre el borde del papel, a 1.5 cm., con números romanos para el cuerpo preliminar, y números árabes para el texto; margen izquierdo y superior de 4 cm., derecho e inferior de 2.5 cm.; diagramación del texto (títulos, párrafos, reglas gramaticales) e impresión, por un sólo lado de la página, en papel blanco liso, tamaño carta; con dos copias mínimo, empastadas en vinilo o cartulina, y exigidas por normativa para su almacenamiento en la biblioteca respectiva. En Las Encinas, creo.