Cuando entré a la escuela de artes de la universidad de Chile tenía claro que al segundo
año postularía a la escuela de teatro y cambiaría de carrera, porque siempre supe que el
teatro me apasionaba, y así lo hice. Me presenté a la prueba de admisión con sostén y
calzón como decían las indicaciones. Rendí la prueba; di saltos, corrí, me paré en un pié y
en otro, hice todo lo que pedían con mi mejor esfuerzo, pues sabía que era la jugada más
importante… y no me aceptaron, ni siquiera llegué a la segunda y tercera fase de la prueba.
Nunca entendí por qué no me aceptaron, pero lo sospechaba.
Seguí en la carrera de artes visuales y casi a tientas, oteando inconscientemente, tal
vez, llegué a tomar la mención de fotografía. Al principio buscaba modelos que siguieran
mis instrucciones (amigos, compañeros, familia), pero no había caso, no hubo nadie que
evocara lo que necesitaba interpretar, de alguna manera se acercaban al ejercicio de
gestualidad y se prestaban para los montajes que planeaba, con maquillajes, vestuarios,
poses, etc. Pero no lograba tener una obra acabada. En estas imágenes hay una sensación
de pena, soledad e incomprensión tal vez, pero el sentimiento no afloraba espontáneo. Es
aquí donde empecé a experimentar con la cámara análoga el ejercicio de autorretrato, con
la máquina fotográfica en una mano y en la otra una lámpara, a cara limpia o maquillada,
en ellas había un dejo de impotencia, frente al lente mirando fijamente como si tratara de
denunciar algo.
Pero el drama no me resultaba, las presentaciones en el ramo de fotografía no daban
buenas notas, era extraño, por que trataba de emitir un mensaje explicito pero nunca lo
receptaron bien.
Una de esas tantas tardes de autorretrato, capturo una imagen donde aparezco con
lentes de sol color lila, con el pelo suelto y una mirada coqueta al espectador, se me ocurre
interpretar una mujer sensual e imito el gesto de una diva reconocida por los medios de
comunicación, ella la incomparable, la “chica rica”, el objeto de deseo, la exitosa…Miss
Pelarco.
Ese día nace mi personaje.
“Teatro carnaval y murga” fue el titulo que llevaba un taller de teatro que se impartiría
en “Balmaceda 1215” en el año 2002 monitoreado por el actor Ernesto Bravo director
de la compañía de teatro “Laempresa” (así, todo junto). Me llamó inmediatamente la
atención. Claro, teatro que era y sigue siendo mi pasión, carnaval y murga me sonaba a
algo espontáneo, nuevo y distinto al teatro convencional que conocía hasta entonces. Me
inscribí inmediatamente sin saber que esto me serviría de herramienta fundamental para
el desarrollo de mi trabajo artístico, ya que el gesto y la máscara están presentes en mis
fotografías de manera insistente. Desde ese entonces y hasta la fecha he participado de
obras de teatro y montajes con la compañía de teatro, donde he desarrollado habilidades
histriónicas y he aprendido a utilizar gestos, maquillaje y servirme de mi condición de gorda
para desarrollar distintos personajes.
Estoy hablando de la gordura como una condición física que puede ser usada para
otros fines visuales, mostrar la opulencia como una más de las bellezas curvilíneas, enjutas
y no como un error como dicta la sociedad
Identifer | oai:union.ndltd.org:UCHILE/oai:repositorio.uchile.cl:2250/101460 |
Date | January 2009 |
Creators | Hormazábal Vallecillo, Rocío Esmeralda |
Contributors | Cariceo Zúñiga, Arturo, Facultad de Artes, Departamento de Artes Visuales |
Publisher | Universidad de Chile |
Source Sets | Universidad de Chile |
Language | Spanish |
Detected Language | Spanish |
Type | Tesis |
Rights | Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Chile, http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/cl/ |
Page generated in 0.0146 seconds