Durante un largo periodo de tiempo, la necesidad de plantear un tema de investigación que
otorgara un marco teórico a mi práctica artística se convirtió en una necesidad apremiante.
Esta necesidad, sin embargo, como pude entender después de un tiempo, nunca fue tal. Poco
a poco fui deduciendo que la solución a este problema radicaba en identificar los móviles que
dieron origen en un inicio a mi vocación por el arte, para luego descifrar cómo ellos me habían
conducido de una manera intuitiva -tácita- hacia temas que iba desarrollando al interior de mi
proceso creativo en el campo de la escultura y que venían generando gradualmente, año tras
año, un cuerpo de obra artística propio.
Todo ser humano, artista o no, nace en un contexto, un contexto geográfico, familiar, cultural
y temporal. Este contexto lo determina -lo moldea-. Las construcciones emocionales,
psicológicas y culturales que va creando para sí son fruto de la interacción con este contexto.
Esta interacción puede o no ser conflictiva. La aparición del conflicto puede establecer, para
cada individuo, respuestas diferenciadas. Para mí la necesidad fundamental, originada en el
conflicto, ha sido el entendimiento.
La vocación hacia la labor artística implica, en mi experiencia, una necesidad. Esta necesidad
en mi caso se origina en el conflicto, uno de índole personal. Este conflicto se daba entre la
percepción y experimentación de la vida misma en contraposición con la información cultural
adquirida mediante la educación, venida de la interacción con el entorno familiar y social,
ambos inscritos en un contexto cultural.
Entenderse uno mismo en función a lo vivido y experimentado es una labor que no pudo, en
mi caso, remitirse a mi individualidad. Si bien en un principio mis trabajos reflexionaban sobre
mí mismo, sobre situaciones y sentimientos personales, el traslado de esta necesidad de
entendimiento al plano social fue natural. Fue necesario para mí intentar entender el mundo
en el que transcurría mi vida, el contexto en el cual acontecían mis experiencias e ir analizando
cada una de ellas dentro del marco temporal y cultural en el cual se originaban. Nuestra
educación y por tanto nuestro crecimiento emocional, psíquico y cultural se inicia en el ámbito
familiar, luego se traslada a los centros educativos de orden primario en la niñez, secundario
en la adolescencia y universitario en la juventud, para luego entrar de lleno en el campo social,
de orden laboral, que corresponde a la vida adulta. Esta estructura rige nuestro crecimiento y
las experiencias a las que estos niveles nos remiten van configurando nuestra personalidad y
así nuestras respuestas, necesidades y deseos.
Identifer | oai:union.ndltd.org:PUCP/oai:tesis.pucp.edu.pe:20.500.12404/1538 |
Date | 19 September 2012 |
Creators | Larrea Hernández, Manuel Eduardo |
Contributors | Cisneros Velarde, Marta Susana, Hamann, Johanna |
Publisher | Pontificia Universidad Católica del Perú, PE |
Source Sets | Pontificia Universidad Católica del Perú |
Language | Spanish |
Detected Language | Spanish |
Type | info:eu-repo/semantics/bachelorThesis |
Format | application/pdf |
Rights | info:eu-repo/semantics/openAccess, http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/pe/ |
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