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El cielo habla, la tierra escucha: aproximaciones a una genealogía teológico-política de la mediación en Occidente

En toda su historia, el hombre ha creído, sin una justificación convincente, que necesita buscar algo. Dicha creencia ha alcanzado alturas inimaginables, provocando que el hombre crea que ello es necesario y que tal (búsqueda) le hará dar con una realidad que venga, de alguna manera, a ubicarlo dentro de su existencia.

Ello nos revela una cosa que para nosotros será fundamental, el hecho latente, de que el hombre cree que carece de algo. Ha sido esta, para nosotros, su función vital más arraigada, la que vemos en el fondo de todo su quehacer. El hecho de que el ser humano tenga que creer en una realidad superior que done de regularidad su existencia en la tierra sólo es una evidencia de su estructura fundamental. La humanidad no sólo no ha dejado de creer en dicha estructura, sino que ha sido ésta el centro de todo su quehacer durante siglos. No nos es raro ver que las más grandes civilizaciones hayan construido sus ciudades en torno al templo de su dios, o a la manifestación natural del mismo.

Ahora bien, de dichas realidades entendidas como superiores, no sólo nace un rito, tradición o culto público, sino también una forma de pensar y aprehender la realidad. De hecho, dependiendo de la realidad que se cree carece el hombre, se construirá todo que hacer humano para alcanzar dicha realidad. Se ha creído que en ella habitan los secretos del origen del hombre y las claves o leyes para que tenga una vida plena.

Como sea, a nosotros de momento nos interesa ahondar en el espacio que automáticamente se genera cuando se levanta una realidad que se cree responderá a esa carencia del hombre (recordemos el ser humano busca esa realidad porque antes que todo cree que la necesita o a lo menos que por alguna razón debe encontrarla). El espacio que se genera entre una realidad y otra, en la totalidad de los casos, ha sido administrado por el que llamaremos Mediador. Será él quien represente la voz del “Cielo”, y quien determine lo mejor para la sociedad y el hombre en particular; será él quien nos diga y guíe a cómo alcanzar esa otra realidad que creemos necesitar. Ya sea un profeta, chaman, sacerdote o gurú, esta figura simboliza el puente entre el “Cielo” y la “tierra” aunque sin embargo, no sólo representará eso.

El Mediador por lo general ha ocupado un papel trascendente dentro de la sociedad que tenga de turno. Un ejemplo es el profeta hebreo Moisés quien a la vez gobernaba al pueblo de Israel o el estatuto del Faraón egipcio quien también era primer sacerdote, vemos también el caso de los emperadores chinos anteriores a la dinastía QinNote3. , quienes eran todos los “primeros hijos del Cielo”, que administraban los “dominios de su Padre-Dios”.

Ser Mediador implica conocer los secretos del “Cielo”, por lo que se hará todo lo que provenga de su boca, porque el anhelo por alcanzar esa otra realidad está tan arraigado en el pueblo que seguirán todos los pasos que le dicten. Mas allá de si eso sea “bueno” o “malo”, nuestra principal intención será sólo dar cuenta de una, según nuestra opinión, pugna por obtener dicha posición en Occidente. Pugna, porque como podremos habernos percatado quien obtuviera dicho lugar, alcanzaría la mayoría de las estructura de administración que construyen la mentalidad de una sociedad, en otras palabras, quien obtuviera el lugar de Mediador, alcanzaba para sí, el derecho de primero: re-presentar esa realidad que el hombre creía necesitar para alcanzar su regularidad y bienestar, segundo: sentar las pautas para alcanzar dicha realidad, y tercero: organizar la mentalidad y percepción de la cultura en pos de llegar a ese fin, lo que terminaría construyendo un determinado patrón socio-político.

Como sea, llegó un momento en la época de occidente en donde la filosofía occidental (nacida en la Grecia del siglo VI a.c. aprox.) comenzó a ser entendida como un nexo hacia los secretos más profundos de la Naturaleza y el hombre, es decir: como un Mediador. Sin embargo en su desarrollo y al postularse como tal dentro de la mentalidad del hombre occidental, se enfrentó a otra “forma de pensar” diametralmente opuesta a la de ella: la fe cristiana.

El mismo Jesús llegó a decir “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre si no es por medio de mi, sentencia que más tarde el apóstol Pablo explicitaría en un lenguaje mucho más directo; “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. Esta no sólo será una lucha de realidades que aseguran llevar al hombre a eso que “ha perdido” y que cree “necesita hallar”, sino formas de pensar la realidad del hombre y el mundo que decantaron en una forma de administrar una sociedad.

La intención práctica de nuestro trabajo, es intentar dar cuenta de esta tensión en una época en donde todo lo griego resurgió deslegitimando tanto la doctrina como las Monarquías cristianas (católicas) -que se habían fundado en el concepto de Soberanía levantado sobre dicha mentalidad- y de cómo esta lucha, se puede rastrear (también) en los textos de algunos de los filósofos modernos.

La nuestra es una sucinta descripción de dos cosas esenciales: la creencia y sus alcances culturales en la construcción de mentalidad de un pueblo y por otro lado, de las expresiones teológico-políticas que se generaron en el espacio entre el “Cielo” y la “tierra”, dentro de una determinada época en occidente.

Identiferoai:union.ndltd.org:UCHILE/oai:repositorio.uchile.cl:2250/110030
Date January 2012
CreatorsAbdala M., Simón
ContributorsSáez Ramdohr, Enrique, Facultad de Filosofía y Humanidades, Departamento de Filosofía
PublisherUniversidad de Chile
Source SetsUniversidad de Chile
LanguageSpanish
Detected LanguageSpanish
TypeTesis
RightsAttribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Chile, http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/cl/

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