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El auge del cobre, la sensación de riqueza y la política fiscalCárdenas Delgado, Rodrigo 10 1900 (has links)
Memoria para optar al Título de Periodista / El 30 de noviembre de 2005 fue un día histórico para la economía nacional. El precio de la libra de cobre en la Bolsa de Metales de Londres –centro del comercio financiero para el principal commodity nacional- llegaba por primera vez en la historia a dos dólares. Este evento marcó el inicio de lo que sería un nuevo escenario para el metal rojo por su relevancia en la economía chilena. Toda la discusión sobre el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de los próximos años se basaría en qué hacer con los nuevos recursos. Es que el país se sacó la lotería o, más específicamente, las arcas fiscales y las empresas mineras privadas ganaron el premio gordo, gracias a este aumento en el precio del cobre, lo cual produjo una serie de efectos en el resto de los sectores. Las buenas noticias que auguraba el precio del metal rojo se revirtieron en la primera gran carga del cuarto gobierno de la Concertación. A los problemas objetivos en términos macroeconómicos que podía generar –y ya estaba generando– la masiva entrada de divisas al país, se sumaron las fuertes presiones de los grupos con intereses, debido a la “sensación de riqueza” que se generó sobre el Fisco. La idea de “un Estado rico” elevó las esperanzas de muchos que vieron en este momento la oportunidad precisa para hacer ver deseos o peticiones guardadas o que en años anteriores eran desechadas bajo el argumento de la “escasez de recursos”. De hecho, la falta de liquidez era –hasta hace poco- una situación normal de un país en vías de desarrollo como Chile. Sin embargo, tras la crisis asiática de fines de los 90, el país ya no era el mismo en materia de políticas económicas, y las autoridades del Ministerio de Hacienda y el Banco Central optaron por la “prudencia” y “responsabilidad”. Los técnicos de ambas instituciones no estaban dispuestos a que se les culpara de una nueva recesión, como la de 1999, a amarrarse a políticas que debilitaran lo más importante que, a su juicio, tendría el país: su credibilidad económica. Así, el instituto emisor terminó de instaurar en 2001 su nuevo marco de política monetaria y cambiaría, dejando al dólar flotar libremente. Mientras, en Teatinos 120, Hacienda daba vida a una regla fiscal que permitiría sortear los momentos malos del ciclo económico, pero que a su vez aplacaba los beneficios de las épocas de “vacas gordas”. Tanto el ministro de Hacienda, Andrés Velasco, como el Consejo del Banco Central debieron afrontar el primer impacto recién asumido el nuevo gobierno: la caída en el tipo de cambio, que ya venía generando una gran cantidad de reclamos en los exportadores nacionales, especialmente los del sector agrícola, que decían estar perdiendo competitividad. Ésa fue la primera alerta de una seguidilla de problemas y complicaciones, tanto políticas como económicas que traería el precio histórico del metal rojo. En 2006 comenzaron los ruidos de sectores sociales. Los primeros en llamar la atención fueron los trabajadores subcontratistas de Codelco, quienes en enero de ese año iniciaron el primer paro importante que más tarde se convertiría en un movimiento mucho más fuerte.
Las protestas estudiantiles, las demandas salariales de los empleados fiscales y los del área de la Salud que vinieron después, fueron algunos de los más importantes choques sociales que tuvo que afrontar el gobierno en los primeros meses la administración de Michelle Bachelet debido a la “sensación de riqueza”. A esto, se sumaron los reclamos de los exportadores por el tipo de cambio y también las propuestas de prácticamente todos los centros de estudios y economistas de diversas tendencias políticas sobre “en qué gastar los recursos del cobre”.
En este marco la división entre los que querían invertir de inmediato los nuevos recursos y quienes optaban por ahorrarlos fue creciendo y, aunque estos últimos parecen haber ganado la pelea técnica sobre el tema, aún la última palabra no está dicha.
Justamente, para amarrar de mejor forma las políticas actuales, en el gobierno impulsaron nuevos ajustes fiscales, poniendo por ley decisiones que eran de carácter administrativo, convirtiendo la rigidez del gasto fiscal entre las mayores del mundo. La consigna fue preservar la abultada cuenta de ahorros. Aunque esta memoria recoge lo sucedido hasta 2007, los hechos ocurridos durante el cierre de ésta –con la nueva crisis del sistema financiero mundial gatillada por las "hipotecas basura"– se transformaron por cosas del destino en el broche justo de la historia. Se había declarado el “fin del súper ciclo del cobre”.
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Representación social de Codelco Chuquicamata y la definición de un discurso hegemónico en torno a su actuar: mirada laboral y comunitariaAstorga Arancibia, Paola Andrea, Arancibia, Juan Pablo January 2011 (has links)
Tesis para optar al grado de Magister en Comunicación Social / Este trabajo busca definir cuáles son los constructos que dan origen a la representación social de Codelco Chuquicamata en los trabajadores de esta división como en la comunidad de Calama, determinar el cambio en estos constructos que produjo el traslado de campamento, en términos de la nueva relación social que Codelco se vio obligado a construir, producto del cambio que implicaba el instalar una ciudad entro de otra. Junto a esto, y de acuerdo a la importancia que tiene Codelco Norte como empresa y fuente de empleabilidad también se indagaron los procesos de subjetivación que validan y legitiman el discurso hegemónico de Codelco Chuquicamata.
Es así como se utilizo una metodología que diera cuenta de los procesos intersubjetivos que articulan la representación social así como la validación de un discurso hegemónico, por lo cual se ocupo la perspectiva cualitativa con focus group a las comunidades ciudadanas e indígenas, así como a los trabajadores de Codelco, de forma separada, potenciando la discusión y argumentación.
Es así como se concluyo que existe una representación social contradictoria, entre la empresa estatal eficiente y productiva para el país y la minera que contamina y genera sensación de abandono y desarraigo con Calama, al no retribuirla de la misma forma que lo hace a Chile, y al sentir que las relaciones con los trabajadores y la comunidad están marcadas por lo racional y utilitarista.
Sin embargo, lo injusto de esta relación, se contrapone con la forma en que se agota esta situación, pues pese a reclamar abandono, éstas están marcadas por las retribuciones económicas que Codelco hace por el trabajo y por las alianzas con la ciudadanía y las etnías. Lo cual de forma implícita obliga a que renuncie a la protesta laboral y ciudadana, así como a la constitución de un discurso hegemónico que proponga una lucha y oposición con Codelco, lo que al no ser asumido se justifica en la carencia de líderes que realicen este trabajo, así como en responsabilizar a otros, para reordenar la situación de injusticia y desamparo que tiene los trabajadores con un empleador explotador y la comunidad con una empresa que no cumple y no respeta.
A su vez, el traslado de campamento, si bien no significo una reconstitución de la representación social de Codelco en los trabajadores, si lo fue en la comunidad, ya que agudizo el sentimiento de despreocupación de Codelco por la ciudad, generando una sensación de autocrítica por la ingenuidad con la que actuaron. Siendo lo más relevante, el que el símbolo de Codelco Norte ya no es solo la contaminación, sino el de 1700 familias que invadieron Calama, y lejos de integrarse, marcaron el resentimiento y discriminación entre vivir de Codelco y sobrevivir de ésta.
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