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Jorge González: una biografía

Vargas Moreira, Pía Elizabeth January 2015 (has links)
Memoria para optar al título de Periodista / Probablemente no somos ni 200, pero si nos tenemos fe, podemos decir que, al menos, somos más de 100 jóvenes universitarios que nos instalamos en el Paseo Bulnes con las gargantas preparadas para cantar. Los dueños de la atención son los estudiantes de la Facultad de Artes Centro de la Universidad de Chile, la misma donde hace tres décadas Jorge González ingresó en calidad de mechón1. Ellos son los encargados de ejecutar con delicados arreglos de vientos y cuerdas el repertorio de aquel día, que consta de una sola canción: “El Baile de los que Sobran”. Estamos en el año 2011, el de las demandas estudiantiles, del “despertar”, de “la primavera de Chile”, y “El Baile…” es parte fundamental de la banda sonora de estas reivindicaciones. Dada a conocer en 1986 como parte del disco “Pateando Piedras”, “El Baile de los que Sobran” es una de las canciones que más identifica a Los Prisioneros como una banda con temáticas político-sociales. En los ‘80, su lírica ya describía un sistema de profundas desigualdades que atravesaba el país en plena dictadura militar, las mismas que siguen gobernando Chile y que pueden resumirse en educación para ricos y educación para pobres con distintas oportunidades; los unos entrenados para ser gerentes y los otros para ser el junior, el invisible cuya suerte poco importa. Solo la Alameda separa al coro que va constituyéndose de La Moneda, centro del poder político chileno. Donde, con su bombardeo de 1973, podríamos fijar el comienzo del proceso de instalación del neoliberalismo al que le estamos peleando. El lugar donde (suponemos) está el Presidente. Pero Sebastián Piñera no da señales de vida. No aparece ni lo hará mientras dura la canción ni mientras estudiantes y ciudadanos comunes corren alrededor del Palacio de Gobierno portando consignas y banderas. Correrán durante meses2. Con o sin “Tatán”, La Moneda está ahí enorme y percudida, sirviendo como fondo al espectáculo que pronto va a empezar, y cuyas melodías ojalá traspasen el cemento y lleguen a los oídos de algún señor que tenga la capacidad de hacer algo. La alegría de esa tarde de julio del 2011 contrasta con la cruda realidad de los zapatos con barro más cemento que patean piedras en este país. Ya son casi dos meses de estar en paro y con las casas de estudio tomadas, lejos de las aulas no solo para exigir una educación de calidad, sino también para cambiar este modelo de sociedad. Aquel día, somos algo más de cien los que recibimos globos celestes o blancos que alguien reparte para que al terminar los lancemos al aire. En la multitud que rodea a la orquesta hay escolares, uno que otro fotógrafo freelance, reporteros de sitios web y estudiantes de diferentes carreras de la Universidad de Chile que se han sumado a la convocatoria realizada por Facebook, una de las redes virtuales responsables de aglutinar al movimiento y de traspasar información de manera eficaz y rápida. Cuando son las 17:00 –hora fijada para el comienzo de la actividad-, el ambiente se pone serio y emotivo. Al primer movimiento de la batuta, todas las gargantas se hacen una en los versos escritos por Jorge González. Tenemos los globos en las manos pero de todas maneras tratamos de aplaudir. Es otra tarde más.

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