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We aukiñ zugu, historia de los medios de comunicación mapucheGutiérrez Ríos, Felipe January 2011 (has links)
Memoria para optar al título de Periodista / Cuando llovía no se maloqueaba. No había manera de hacerlo. Los konas se caían de los caballos, en los cerros nevaba y los pasos de los ríos se cerraban por las crecidas. A los winkas tampoco les convenía, los soldados se hundían en el barro y la pólvora se les mojaba. Lagos lo supo en Quechereguas, cuando se encontró con Quilapán y no volvió hasta el verano siguiente, el del 69. Desde entonces todos los veranos los winkas se pasaban del Biobío, y todos los veranos había que ir a maloquearlos. Mañil lo había dicho: que los winkas iban a querer pasar cuando él muriera. Empezaron fundando fuertes a este lado del río y se vinieron quemando casas, robando animales y matando a las mujeres.
Después se fueron al norte, a la guerra con Perú y con Bolivia, pero acá seguía la miseria, y el hambre y el frío y la peste. Después volvieron y fundaron Temuco, mientras sus soldados masacraban a la gente que vivía en el Ñielol. Ahí los lonkos dijeron que había que detenerlos nomás. De un lado a otro del Wallmapu corrían los werkénes con sus hilos de color rojo, el prron-füu al viento, llevando y trayendo los mensajes. Don Pascual Coña cuenta que el cacique Neculman de Boroa mandó a llamar a toda la gente. Cruzaron la cordillera, vinieron los lonkos Chaihueque, Namuncura, Foyel y Ancatril y su werkén les dijo: “Ay pues, los winkas; nos sublevaremos en contra de ellos; los indígenas argentinos acabaremos con los extranjeros; que ellos hagan otro tanto con los suyos: que los ataquen también. Lleva estos nudos y que se adhieran porque es abominable el winka”, dijeron.
Después hubo una gran junta y dijeron que había que hacer lo que hacían los werkénes, usar el prron-fün para avisar el día en que sería el alzamiento. Así habló Neculman:
“Esta es nuestra señal,
contiene los día contados
hay que deshacer un nudo cada día;
el día que queda el último nudo
habrá concentraciones en todas partes”.
Los lafkenche quemaron Nueva Imperial y Puerto Saavedra, pero el Fuerte Ñielol fue una masacre, igual que Tirúa, Loncotipai y Lumaco. “Yo participé en el levantamiento de 1881, cuando se sublevaron todas las reducciones desde Llaima hasta Bajo Imperial i desde Choll Choll hasta Toltén, por la fundación de pueblos. Teníamos razón en sublevarnos, porque se nos iban a quitar nuestros terrenos”, dijo Taita Cayupí.
Eso fue el 81, pero en realidad la invasión había empezado veinte años antes, en los salones del Congreso de Santiago y en las salas de redacción de Valparaíso. “Una asociación de bárbaros tan bárbaros como los pampas o como los araucanos no es más que una horda de fieras, que es urgente encadenar o destruir en el interés de la humanidad y en el bien de la civilización”, decía El Mercurio el 24 de mayo de 1859.
Siguió, nomás pues, el espíritu araucano, ahora sometido a reducciones -comunidades, dicen algunos-, siguió el idioma y la cultura. Siguieron los lonkos enviando su mensaje por el Wallampu, con sus werkénes repitiendo letra a letra, gesto a gesto, nudo a nudo de un prron rojo, que es transparente.
“Esa era la formación de nuestros werkénes, la de llevar un mensaje y repetirlo con cada uno de los detalles que le entregó su lonko” dice Jacqueline Caniguan, editora del periódico Azkintuwe. “Los werkénes tenían que tener una nemotecnia muy, muy desarrollada de manera de poder recordar cada uno de los detalles. De alguna manera ese es también nuestro oficio, yo no soy periodista, pero cada vez que escribo recurro mucho a mi memoria, trato de ser lo más cercana a la realidad o a mi recuerdo, de alguna manera nosotros tratamos de mantener eso. Yo no quiero decir que nosotros somos los nuevos werkén pero si estamos cumpliendo la función de mantener a nuestra gente al día, a tanto mapuche que hoy está tan disperso”.
Quizá no sean los nuevos werkén, pero un we aukiñ zugú, una nueva voz, recorre el Wallmapu (territorio mapuche). Recogiendo las costumbres y la cultura ancestral, con un enorme respeto pero también con la responsabilidad de saber que se está en otros tiempos, decenas de personas levantan una nueva comunicación mapuche. No tan nueva, si se quiere, encuentra sus raíces en los boletines de la resistencia a la dictadura, transita por las convocatorias a las marchas del quinto centenario de la llegada de los españoles en los estudios radiales de Temuco y Santiago, se proyecta a través de las incipientes páginas de Internet de finales de los noventa y se condensa hoy en un puñado de radios, diarios, páginas web y proyectos audiovisuales levantando una voz propia, un propio proyecto comunicacional que tanto intenta romper el bochornoso cerco mediático que los rodea desde hace 150 años -como puede verse en la editorial de El Mercurio antes citada- como pretende ser una voz, un camino válido para rescatar su cultura, su idioma y sus tradiciones.
La presente investigación no es una historia ni de despojo ni de sangre. Cuando mucho relata algunas persecuciones, tres o cuatro montajes y un par de juicios que se desmoronaron por sí solos. Sí se trata de la historia de una construcción: es el relato de ese puñado de historias que convergen en un solo proyecto, que es el de darle el justo derecho a la comunicación a un pueblo que nunca lo tuvo y que se está dando cuenta de que debe, no ya reclamarlo, sino construirlo. Y ahí está la antena de radio sobre un cerro en una isla del Budi; y ahí está la Mapuexpress, desde hace más de once años en Internet; ahí están los peñi que viven en Santiago transmitiendo por radio y mirando hacia al sur; ahí está el Azkintuwe en los quioscos, uniendo a un pueblo de un lado al otro de la cordillera.
Este trabajo pretende ser el relato de esas experiencias, es un viaje por cada una de esas historias centrado en sus tres principales vertientes: la humana, la política y la profesional. No es tampoco una historia dulce. Cuesta, y cuesta mucho hacer comunicación fuera de los grandes medios en Chile. Las historias que se relatarán en este viaje están plagadas de alegrías y buenas intenciones y también de caídas, faltas de comunicación, excesos de protagonismo, mucho voluntariado y poco profesionalismo; esta historia está llena de errores. Tampoco se pretende, desde estas líneas, enjuiciar ni endiosar ninguna experiencia comunicacional, mucho menos dar recetas, sabiendo que el valor de cada una de ellas radica en sus particularidades.
Sería ciego obviar que el pueblo mapuche vive en un contexto de emergencia. Hay una disputa histórica no subsanada con el Estado chileno y en estos últimos veinte años esa cuestión ha tomado mayor relevancia. Buena parte de este conflicto -que es chileno, y que es mapuche- se ha producido por no hablarse, por no poner en común las cosas.
No es tan ladrón el winka ni tan flojo el indio como algunos sugieren, pero eso solo puede saberse a través del diálogo y los medios de comunicación mapuche han construido ese nexo, el puente necesario en esta urgencia en la que solo algunos han comprendido el entendimiento como un camino.
Por supuesto, no hay una sola visión de cómo hacer la comunicación en el mundo mapuche, eso podrá verse reflejado en estas páginas, y tiene que ver con las distintas formas de entender las maneras de hacer política desde el mundo mapuche. Ese ámbito, la política, es fundamental para entender los medios de comunicación que no son sino la expresión de ese movimiento.
Dos mundos, el del rescate cultural y el de la propuesta política conviven y son el insumo que alimenta las experiencias que aquí se relatarán. Por eso, el primer capítulo de la investigación hablará sobre las distintas maneras de comunicarse que ha utilizado el pueblo mapuche a lo largo de su historia, centrado en el werkén, agente fundamental para entender la comunicación mapuche tradicional. El capítulo siguiente contará la historia de las organizaciones mapuche desde el siglo XX, con sus numerosos intentos de prensa escrita, entendiendo que casi la totalidad de la prensa mapuche que se ha construido a lo largo de la historia es la expresión pública del movimiento social.
Posteriormente la investigación se centrará en el relato de las experiencias actuales de comunicación mapuche comenzando por las radios, su cercanía con los territorios y también las inmensas dificultades por las que transitan, siendo los medios mapuche más precarios. Luego el relato se trasladará a las diversas experiencias del video mapuche y la notoria masificación del formato documental. Así mismo, la llegada de numerosos documentalistas no mapuche a la zona abre importantes interrogantes sobre quién pone la cámara y cuál es el relato mediático que se le quiere dar a lo mapuche.
Finalmente serán narradas las experiencias de Internet de un pueblo que ha sabido utilizar esa herramienta como pocos, desarrollándola a través de quince años y llegando a ser, hoy, el principal medio para juntarse, organizarse y comunicar desde el movimiento mapuche.
No puede olvidarse nunca, tampoco, desde donde se escribe. Esta investigación ha sido planteada como un trabajo que pretende aportar al desarrollo y crecimiento de estos medios. Mi motivación al tratar esta temática va precisamente porque veo -y esto es un diagnóstico común- que las numerosas experiencias de comunicación mapuche pasan por un periodo de estancamiento o no han podido afirmarse. En eso se centra la discusión de muchos comunicadores mapuche y este instrumento pretende ser un insumo más a esa discusión para enriquecerla y aportarla con datos claros y conclusiones para que sean parte de un colectivo.
Para llegar a ese camino, he realizado cerca de treinta entrevistas con comunicadores, las que han tenido lugar en los más diversos puntos de la geografía del Gulumapu, que es el territorio mapuche en Chile. Lamentablemente la presente investigación solo pudo hacerse en esa parte del Wallmapu, aún sabiendo que el pueblo mapuche pertenece a ambos lados de la cordillera. Es una falencia sobre todo porque hay muchos puntos en común; los comunicadores de este lado y del Puelmapu (territorio argentino) han logrado reunirse y trabajar en conjunto, a pesar de las evidentes diferencias que existen entre uno y otro Estado al que les tocó por azar habitar. De todos modos las referencias al Puelmapu siempre están presentes y sus últimos avances son un importante aporte a la discusión que se está dando en comunicación mapuche, proceso que será relatado en el capítulo 3. De la misma manera, si bien esta investigación pretende ser el relato de todas o buena parte de las expresiones comunicacionales mapuche, es posible que algunos medios escapen a la presente investigación, ya sea por su aislamiento del resto de los comunicadores mapuche o por lo reciente de su creación.
Otras veinte entrevistas fueron realizadas a personas que, de alguna u otra manera, están ligadas a la comunicación mapuche: dirigentes territoriales, políticos, historiadores e intelectuales mapuche y comunicadores no mapuche. Algunas de esas entrevistas tienen tanta potencia, y los territorios relatados son de una belleza de tal magnitud, que una escritura rígida haría perder buena parte del potencial de esta narración. Por eso el esquema del texto a veces muta, pasa del relato histórico a la narración y posteriormente a la entrevista. La mezcla de esos géneros pretende enriquecer el presente reportaje y le permite tener una vitalidad; está vivo porque nace de relatos de experiencias que son un grito de vida, la expresión de una nación.
La historia de un pueblo está escrita por las millones de pequeñas tramas de narraciones personales que la recorren. En la historia del pueblo mapuche quedarán para siempre los werkén que galopaban por los campos avisando el día del alzamiento general. También lo harán las historias de esos jóvenes comunicadores que corrían al ciber para avisar que a los presos los estaban separando de cárceles. De esas historias trata la presente investigación, nacen de la urgencia de una nación que se siente colonizada, a la que le urge una nueva voz y que todas las frías mañanas sureñas levanta un proyecto comunicacional propio, surgido de una pasión que de tanto ser destructora se volvió creadora.
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