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Organizaciones comunitarias y trabajo en salud: tensiones y aprendizajes en el Centro de salud Carol Urzúa

Magister en estudios de género y cultura, mención ciencias sociales / Al preguntarnos acerca de un tema como es la salud y el ejercicio de ésta, surgen
muchos preceptos que dan cuenta de nuestra historia y de la manera en que
estamos permeados por los patrones culturales que inciden en nuestras actitudes,
comportamientos y discursos. Son estos patrones los que determinarán la manera
en que nos enfrentemos a determinado tipo de situaciones, junto con los prejuicios
que acarrea nuestra experiencia y el modo en que nos relacionamos con el mundo
que nos rodea.
Por lo tanto, no percibimos la vida de manera objetiva, porque la realidad no es una
sola. Los hechos más bien se nos presentan de acuerdo a lo aprendido
culturalmente, que ha construido un sistema de códigos y patrones con que nos
movemos en el mundo. La salud, como tantos otros fenómenos, no está ajena a esta
construcción colectiva, por lo que se ha ido generando con siglos de cultura y de
historia que han modificado la concepción de salud que tenemos en la actualidad.
El sistema institucionalizado de salud que conocemos hoy en día en la sociedad
chilena, dista bastante de la manera en que se desarrolla en algunas sociedades
aborígenes como la Mapuche o la Aymara, por poner ejemplos de nuestro
territorio. Si bien ha sido una fuente de poder, ya que se juega con la vida de las
personas, lo que envuelve los procesos de salud-enfermedad tiene otra lógica de
funcionamiento, se consideran dentro de una integralidad. La manera en que es
percibida la salud en nuestra sociedad, tras siglos de dominación científica, radica
en estudiar los fenómenos de manera desarticulada para intentar comprenderlos.
Las personas son desagregadas de acuerdo a los aparatos que logran que funcione
la vida en nosotros, y en los distintos órganos que provocan el funcionamiento de
estos aparatos. En definitiva, se nos disgrega. Y así es como ha avanzado la
medicina, especializándose conforme esas distinciones y generando mayores
complejizaciones, que den cuenta de los micro procesos que ocurren en nuestro
cuerpo.
Pero ¿qué ocurre con los fenómenos culturales, con nuestro contexto social? ¿No
somos personas en tanto vivimos en un medio ambiente determinado? ¿Acaso esos
elementos no están afectando los procesos de salud-enfermedad?
Durante mucho tiempo la salud estuvo administrada por cierto tipo de personas
pertenecientes a una comunidad, que habían adquirido los saberes de curación a
través de la experiencia y del estudio de la naturaleza, como lo que ocurría con las
plantas medicinales. Estas personas, denominadas sanadores o curanderas,
transmitían sus conocimientos a aquellos que eran considerados capaces de ejercer
tales oficios. El saber adquirido se quedaba en la comunidad, y era traspasado así
de generación en generación. Si bien existían personas elegidas para desarrollar el
trabajo, toda la comunidad colaboraba en el proceso de sanación de una persona,
puesto que se percibía la salud de manera integral, sin enfocarse específicamente
en la dolencia. Un ejemplo de este proceso es lo que sigue ocurriendo en nuestro
país con la cultura Mapuche, donde las Machis son las curanderas del pueblo y el
Machitún es la reunión donde participa toda la familia y algunas personas claves de
la comunidad en el proceso de sanación.
El sistema oficial de la salud recogió el saber medicalizado, profesionalizado y
“regulado” -entendiéndolo como parte de estudios especializados y reconocidos a
nivel oficial- dejando de lado todas aquellas prácticas consideradas como no
oficiales y no reguladas, las que fueron quedando al margen del sistema.
¿Cómo se produjo este cambio, donde un aspecto tan cotidiano como es el manejo
de la salud fue convertido en algo absolutamente medicalizado y relegado del saber
colectivo? Pareciera que cuesta pensar que alguna vez fue de otra manera. Y es por
esto mismo que puede resultar difícil imaginar que la comunidad tenga algo que
decir al respecto.
El problema se complejiza aún más cuando se introduce la perspectiva de género.
Cuando el saber médico ha sido masculinizado tanto por hombres como por
mujeres, y se ha “regulado” el aporte que puedan hacer las mujeres a la salud que no cuentan con una enseñanza especializada. ¿Acaso esos médicos son los únicos
dueños del saber intransferible y autorizado?
Todos estos cuestionamientos se producen después de haber tenido una
aproximación al sistema de salud oficial en Chile, desde una experiencia personal y
profesional. Es a través de la revisión de las actitudes y discursos que tiene el
sistema oficial donde se generan tantas dudas, ¿no existirá en este sistema una
dominación encubierta hacia la comunidad y una prolongación de la hegemonía
masculina imperante donde las mujeres vieran diezmadas su capacidad de trabajar
en salud porque no han tenido acceso a estudios especializados?
Pese a lo anterior, en Chile existen muchas agrupaciones de la comunidad que se
mueven en el ámbito de la salud y que trabajan para ella y por la comunidad. Sin
estudios especializados, y por lo tanto sin un ámbito de acción reconocido desde el
sistema oficial, este “mundo no oficial” se mueve de igual modo para llevar el
beneficio de la salud hacia su comunidad. Muchas de las personas integrantes que
trabajan para estas agrupaciones son mujeres, ¿Colaboraría este hecho para que se
produzca una prolongación de la subordinación femenina que se vive en la
sociedad, en la relación que se establece entre los equipos de salud y las
organizaciones comunitarias que trabajan ese tema?
Teniendo todos los antecedentes que antes se señalaban, esta interrogante es la que
ha impulsado el estudio que comienza a continuación. ¿Será posible que los
poderes hegemónicos estén permeando también el sistema de la salud? Pregunta
que nos obliga a reflexionar al mismo tiempo, ¿Y por qué no? Si es que hay una
hegemonía masculina o Falogocéntrica, ¿Por qué nos habría de impresionar que
esta visión de mundo también influyera la salud?
Urge entonces una revisión al respecto, en conjunto con un cuestionamiento y
análisis desde la antropología hacia este tema. La invitación es a introducirnos en el
mundo de la salud desde una perspectiva crítica para descubrir y entrañar cuáles
son aquellos patrones de género que están dominando en la relación que se establece entre el equipo de salud (incluidos profesionales, administrativos y
funcionarios, hombres y mujeres) y aquellas organizaciones comunitarias que
trabajan en este ámbito.
Nuestro estudio busca aproximarse a esta problemática. No intentaremos resolver
el tema, ese no es el objetivo de esta investigación. Más bien queremos ahondar en
el sistema institucionalizado de salud en Chile y ver de qué manera se está
produciendo la relación con la comunidad a través de un Centro de Salud
determinado. Queremos escudriñar en ese mundo y tratar de dilucidar algunos
elementos que sirvan como aporte. De ninguna manera pretendemos zanjar la
discusión, sino abrir un camino para nuevas conversaciones que ayuden a la
comprensión del tema que trataremos en las próximas páginas.

Identiferoai:union.ndltd.org:UCHILE/oai:repositorio.uchile.cl:2250/106043
Date January 2007
CreatorsRuiz Contreras, Marisol
ContributorsMontecino Aguirre, Sonia, Facultad de Ciencias Sociales, Escuela de Postgrado
PublisherUniversidad de Chile, Programa Cybertesis
Source SetsUniversidad de Chile
LanguageSpanish
Detected LanguageSpanish
TypeTesis
RightsRuiz Contreras, Marisol

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