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Equidad distributiva: la propuesta olvidada

En la Ética a Nicómaco, Aristóteles reflexiona en torno a la manera más justa de repartir honores y fortuna, entendiendo que lo mejor es apelar a la virtud completa del principio de justicia,
“todo el mundo está de acuerdo en llamar justicia a esta cualidad
moral que obliga a los hombres a practicar cosas justas” (Aristóteles,
2001, p.121).
De manera que para el filósofo de Macedonia, lo justo es aquello que es
legal y equitativo, ya sea como justicia distributiva, cuando se reparten riquezas y
honores, evitando que existan desigualdades, o como justicia reparativa en la que
tanto los honores como las riquezas deben ser proporcionales a la contribución
con que cada ciudadano ha aportado para alcanzar el éxito de aquello que todos
desean. Al combinar ambas modalidades, en la proporción adecuada, la justicia se
convierte en una condición necesaria al momento de actuar en el reparto.
Esto es, bajo el primer principio se prioriza la condición de mínimos
indispensables para asegura la subsistencia de todos los miembros de la
sociedad, mientras que con el segundo principio se premia el esfuerzo, el talento y
la energía desplegada individualmente en la consecución de los frutos. Sin
embargo, con el advenimiento de la Modernidad, la proporcionalidad de estos dos
principios de justicia en más de alguna ocasión se ha vuelto incompatible, no sólo
por la forma en que se han realizado las asignaciones, sino que básicamente por
el método de producir riquezas.
De hecho, con el predominio de las ideas fisiócratas y la teoría clásica de
Adam Smith, la Inglaterra Moderna tendió a transformar la sociedad en un
conjunto de interrelaciones comerciales, guiadas por las leyes de una surgente
economía individualista, que se regía por axiomas incuestionables, tal como lo
hacen las ciencias exactas, convirtiéndose en una disciplina altamente tecnificada
en donde su quehacer se realiza orientado por las fuerzas de la oferta y de la
demanda, en un mercado imparcial que asigna los bienes según sus propios
mecanismos, aunque con ello no se logre una distribución justa para todos. De
manera que bajo este contexto, tanto las formas de producir como las de repartir,
obedecen a un mecanismo de carácter positivo, basado en lo qué es, en función
de un supuesto de racionalidad que presupone que el equilibrio entre la cantidad
ofrecida y la cantidad demandada constituye la única verdad atendible. Bajo este
planteamiento, cualquier supuesto normativo de aquello qué puede ser, quedaba 5 descartado desde sus inicios, aunque no fuera posible explicar el porqué algunos se quedan sin participar.
Esta dicotomía entre lo que sucede y aquello que se espera que suceda,
obedece al comportamiento desconfiado, egoísta y ansioso de gloria del hombre
salvaje proveniente de la tradición hobbesiana, que ha perdurado hasta nuestros
tiempos,
“no hay nada a que un hombre no tenga derecho por naturaleza”
(Hobbes, 1984, p141)
Sin embargo, no se trata de que el enfoque técnico de la economía haya
sido poco fructífero, muy por el contrario los logros alcanzados por la ciencia
económica durante el siglo XX han mostrado un éxito jamás alcanzado antes,
aunque estos frutos se han visto ensombrecidos por el distanciamiento que existe
entre la riqueza de algunos y la escasez de otros.

Identiferoai:union.ndltd.org:UCHILE/oai:repositorio.uchile.cl:2250/108692
Date January 2010
CreatorsRequena Criado, Miguel
ContributorsVillarroel Soto, Raúl, Facultad de Filosofía y Humanidades, Escuela de Postgrado, Departamento de Filosofía
PublisherUniversidad de Chile
Source SetsUniversidad de Chile
LanguageSpanish
Detected LanguageSpanish
TypeTesis
RightsAttribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Chile, http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/cl/

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