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Rasgos morfosintácticos en el español de Chile del s. XVII: análisis del manuscrito inédito "La restauración de La Imperial y conversión de las almas infieles" de Juan de Barrenechea y Albis (1693)

Martínez Rojas, Lucía January 2015 (has links)
Tesis para optar al grado de Magíster en Lingüística mención Lengua Española / Autor no autoriza el acceso a texto completo de su documento. / La presente investigación analiza los rasgos morfosintácticos en la crónica chilena colonial La restauración de La Imperial y conversión de las almas infieles (h. 1693), escrita por el fraile mercedario Juan de Barrenechea y Albis. En primer lugar, pretende describir un conjunto de fenómenos del manuscrito: haber con sentido posesivo en vez de tener, haber en construcciones temporales en vez de hacer, tener como auxiliar en vez de haber, el futuro de subjuntivo (-re), el gerundio preposicional, el orden variable de pronombres personales átonos, el pronombre relativo quien con valor plural, el superlativo formado con el sufijo –ísimo, la variación en el género de algunos sustantivos, el empleo del verbo ser en vez de estar y, por último, el voseo reverencial y dialectal americano. En segundo lugar, contrasta los fenómenos descritos con los rasgos lingüísticos característicos de Chile y de otros territorios americanos del siglo XVII (Tucumán, Buenos Aires, Costa Rica y Puerto Rico). La existencia de la mayoría de estos rasgos en nuestro corpus no solo se explicaría porque forman parte del español de Chile y de algunos zonas americanas del siglo XVII, sino también por el nivel sociocultural alto del autor que le permitió la creación de esta obra especialmente culta de la producción colonial chilena.
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Liderazgos persistentes en la oposición de derecha en Chile. 1988-2009

Vergara Vidal, Jorge 19 March 2011 (has links)
Magíster en Ciencias Sociales con mención en Sociología de la Modernización / La presente tesis tiene como finalidad identificar y caracterizar los liderazgos persistentes en los partidos de la derecha chilena, entre los años 1989 y 2009. Durante este periodo los partidos de derecha se encontraron en la oposición política a los gobiernos de la Concertación, situación que no sólo le otorga particularidad a la actuación de sus partidos sino también a la evolución de sus formas de liderazgo político. Identificar a quienes encarnaron la conducción política de la derecha en el periodo de oposición no se agota en la confección de una lista de figuras relevantes. Sus componentes, estrategias y las relaciones entre los liderazgos otorgan una imagen determinada de la configuración de la conducción política del sector. Además, el hecho de ser oposición, despeja al liderazgo de la intervención de variables propias del uso de los recursos estatales (por lo menos asociadas al ejecutivo), permitiendo una mejor comprensión del fenómeno mismo del liderazgo y la conducción política de partidos y conglomerados, en este caso, de la derecha chilena. El término derecha se asocia a una distinción política, de orden espacial e ideológico, que identifica o diferencia a un sector conservador de otro más proclive a los cambios o progresista (Bobbio, Matteucci y Pasquino, 2000). Expresa una concepción antagónica de la composición del espectro político, organizada por la diferencias de ideas, o mentalidades, que deviene luego en diferencias en posiciones y comportamientos políticos (Bobbio, 1995; Oakenshott, 2007). El pensamiento de derecha, conservador o liberal, es un pensamiento político moderno. Este carácter lo expone tanto a las tensiones propias de la competencia electoral e ideológica como a las tensiones y procesos de la propia modernidad. El punto de origen de este pensamiento se encuentra y define por su reacción a la Revolución Francesa y está cruzado por una tensión respecto al orden moral (Lipset, 1977; Ruiz, 1992; Cuadra, F.J., 1992; McGee, 2005; Correa Sutil, 2004). El origen reactivo de este tipo de posición política, que ha llevado a algunos autores a afirmar que el pensamiento de derechas es más bien una “especulación” (Ruiz, 1992), no es contradictorio con una práctica política innovadora, ya sea respecto a sus fundamentos ideológicos o respecto de sus formas de organización política (Pinto y Valdivia, 2001; Correa Sutil, 2004; Valdivia, 2008; Avendaño, 2010). Ser conservador en la práctica política, lejos de ser meramente “defensivo” es más bien ser realista, menos utópico, menos progresista (Oakenshott, 2007). Curiosamente, personajes significativos asociados a la derecha, como Krauze, Cameron o Piñera han insistido, en los últimos años, en la existencia de una derecha progresista. Pero el progreso, como señala Gray, que “en ciencia (…) es un hecho, en política es una superstición” (Gray, 2006: 11). No sólo es imposible una acumulación de avances en política que no pueda desplomarse o revertirse al día siguiente, también más allá de las palabras, los hechos de este sector siempre han estado mejor conducidos por un realismo ultramontano que por un utopismo cualquiera. En este sentido cabe lo señalado por Andrés Allamand en una conferencia sobre el tema en 1992: “Para juzgarla y apreciarla hay que preocuparse de lo que la derecha hace, ha hecho o hizo, y no lo que la derecha ha escrito, ha dicho o en algún momento ha pensado” (Allamand, 1992: 73). Una definición de la derecha, coincidente con su práctica política, la podemos interpretar a partir de lo expuesto por David Easton en relación a la organización y movilización a favor de la persistencia de los sistemas políticos (Easton, 2006: 119, 179-180; Easton, 1977). Operado como una distinción, lo señalado por Easton nos indica un sentido bajo el cual la posición de derecha estará asociada a la defensa y conservación del orden establecido y/o a la producción de la persistencia del mismo. De este modo, más allá de una cualidad reactiva subrayada por otras definiciones, accedemos a una cualidad activa en la posición política, y con esto a la posibilidad de una práctica innovadora en pos de tal objetivo. La interpretación de la formulación de Easton nos permite, de mejor manera que otras perspectivas de definición, juzgar sus hechos. De acuerdo a lo anterior, que en el caso chileno la posición de derecha se encuentre imbricada con la posición de élite social sería explicado por la aparición en la arena política de una fuerza electoral de izquierda que desafía tanto su capacidad de control social como el carácter persistente del ordenamiento construido (Correa Sutil, 2004). Misma finalidad se encuentra en su reconstitución política en la década de 1980: la defensa de la persistencia de la institucionalidad política y económica construida por sus cuadros bajo el amparo del gobierno militar (Correa Sutil, 2004; Valdivia, 2008). Francisco Javier Cuadra plantea una mentalidad común en el pensamiento de derecha chilena, un ethos, que subyace a su diversidad. Este ethos implicaría, por lo menos tres aspectos: una relación con la historia nacional y sus tradiciones, una adhesión a una moral objetiva centrada en la persona y los principios de solidaridad y subsidiariedad sumado a referencias “secundarias” al orden, la propiedad y la libertad (Cuadra, 1992). Todos estos aspectos son recogidos en los modelos constitucional y económico que rigen actualmente el país y de este modo se les puede definir como conservadores, pero no como tradicionales en un sentido literal o fuera de la pragmática. La relación con lo tradicional es relativa en el caso de la derecha chilena. Como señala McGee, “la derecha selecciona cuidadosamente y en algunos casos inventa estas tradiciones” (McGee, 2005, 21). De hecho, la derecha chilena ha demostrado en la práctica ser fuertemente anti tradicional tanto en su pensamiento como en sus formas de organización (Valdivia, 2008; Correa Sutil, 2004). Independiente de las diferentes expresiones de su pensamiento (liberal, nacionalista y corporativista), la derecha chilena ha expresado en su práctica un profundo pragmatismo que le ha permitido justamente escoger y seleccionar las “tradiciones” que defender. El desarrollo de este pragmatismo se vincula con el desarrollo orgánico y evolución electoral de sus partidos, por un lado, y con el surgimiento de un ideario post utópico, por otro. En esto colabora decididamente su rol, ya mencionado, en el diseño e implementación de las estructuras constitucionales y económicas del país durante el gobierno militar (Avendaño, 2010). Luego de esta exitosa implementación los partidos de derecha se abocarán a una discusión centrada en la defensa y perfeccionamiento de estos dos pilares, más que en la discusión de un ideario o en la elaboración de una utopía. El pensamiento neoliberal, constituirá en el fondo, la guía de acción de la defensa y el perfeccionamiento, implicando la desaparición paulatina de los pensamientos nacionalistas y corporativistas y de sus expresiones orgánicas (Cristi y Ruiz, 1992) y que lleva a algunos autores a considerarlos como partidos de ultraderecha, en comparación de otros partidos de derecha en el marco internacional (Rodríguez Araujo, 2004). Este “pragmatismo post utópico” caracterizará el periodo de oposición de la derecha marcando sus partidos y sus liderazgos. A nivel de sus partidos, la derecha entrará a la oposición con partidos (RN y la UDI) de creación externa según el modelo de Duverger, pero fuertemente influidos por el patrocinio del gobierno militar, y con fuertes grados de institucionalización por lo menos en lo formal de sus estructuras (Panebianco,1982; Barozet y Aubry, 2005), lo que se irá alterando en el transcurso del periodo tanto por el efecto del sistema electoral como por el despliegue constante de fuertes liderazgos individuales y presidencializados (Angell, 2005). Si, como señala Panebianco: “un partido (…) es una estructura en movimiento que evoluciona, que se modifica lo largo del tiempo y que reacciona a los cambios exteriores, al cambio de los ambientes en que opera y en los que haya inserto” (Panebianco, 1982: 107 ), el “ambiente opositor” incidirá en las estructuras de los partidos de derecha (Pasquino, 1997), toda vez que su institucionalización orgánica quedará supeditada a los desempeños electorales (Barozet y Aubry, 2005). Sin embargo esto no alterará su característica post utópica. Detrás de estos múltiples cambios, la derecha seguirá expresando una posición social conservadora, en el sentido de adecuar su práctica a la persistencia del orden diseñado por sus cuadros (gremialistas más Chicago Boys). A diferencia de los partidos de gobierno, los partidos de oposición requieren de una organización política sólida y fuerte, además de fuentes de financiamiento distinta al Estado (Panebianco, 1982). El tema del financiamiento, de los recursos financieros, humanos y técnicos que se movilizan políticamente, en el caso chileno es un tema significativo. Las campañas presidenciales de la oposición de derecha han visto supeditados sus aportes a la prospección del rendimiento electoral lo cual ha favorecido la presidencialización de liderazgos individuales y competitivos electoralmente (Angell, 2005; Lehmann y Hinzpeter, 2001; Barozet y Aubry, 2005). Esto ha permitido una pérdida de peso político de las estructuras partidarias, producida por la implementación de estructuras decisionales propias por parte de los liderazgos competitivos. Es justamente esta personalización de la política y esta institucionalización del liderazgo, estructuralmente favorecida por el sistema electoral (Angell, 2005), la que colabora con una reinstitucionalización política de los partidos de derecha y otorga centralidad al análisis del liderazgos. La actual relevancia del tema del liderazgo tiene tanto que ver con las particularidades de los sistemas políticos como con procesos de índole global y que afectan a la sociedad. El carácter del desarrollo de los liderazgo de la derecha chilena, coincide con el desarrollo del proceso de individualización señalado por algunos autores como la característica central de la actual fase de la modernidad (Beck y Beck Gernsheim, 2003; Bauman, 1999), mientras que el carácter de la acción política desarrollada por los partidos y sus liderazgos coincide con una concepción postfundacional de la política (Marchant, 2007) toda vez que el sentido de la acción se aleja de una consideración universalista o total para expresarse en una consideración incidente, hegemónica y pragmática. Desde la perspectiva institucional de la individualización: “la disolución, la destrucción y el desencadenamiento de las fuentes de pensamiento colectivas y específicas de ciertos grupos de la cultura social industrial (…) llevan ahora en más todos los trabajos de definición se les asignen a imputen a los mismos individuos: esto significa el concepto de ‘proceso de individualización’. (Beck, 1999: 35). El liderazgo político de la derecha, sobre todo por la fuerte capacidad institucional que ha demostrado a partir de la personalización de la política, puede ser entendido como un liderazgo individualizado toda vez que es capaz de desarrollar formas de institucionalización ad hoc (orgánicas y normativas) que suplantan funciones alojadas antes en los partidos y tornan infectivas decisionalmente formas de inclusión asociadas a la política como la militancia (Ollier, 2010). Desde la perspectiva de la accionalidad, hegemónica y pragmática, los liderazgos de derecha del periodo de oposición no sólo expresan una personalización de la política sino una relocalización de la misma (Bauman, 1999), lo que incluye tanto la preeminencia de lo técnico por sobre lo ideológico, como en los nuevos tipos de acceso a la esfera distributiva del poder que expresa la política. En este sentido, el fenómeno de liderazgo institucionalizado que es posible apreciar en este periodo en los partidos de derecha, representa también una nueva forma de relación entre la política y la sociedad. Amigos o asesores del líder político pesan más que el militante medio a la hora de las decisiones. Las instituciones de marketing político son hoy tan capaces de desarrollar las campañas como antes lo fueron las estructuras partidarias. La creciente desconfianza de los individuos hacia los partidos políticos pone en cuestión que constituyan el canal más efectivo para integrarse a los pináculos decisionales de la sociedad (Mainwaring y Torcal, 2005; Segovia, 2009). Las pautas normativas que implicaban una carrera institucional en los partidos yacen sin efectividad frente a las nuevas formas de acceso decisional: la cercanía de amistad o familiar con el líder promete mejor efectividad política que los años de militancia; el conocimiento técnico de la empresas de marketing les asegura más espacio de decisión estratégica que la experiencia acumulada a los miembros de las cúpulas partidarias; las trayectorias biográficas atractivas hacen más que las coherentes trayectorias orgánicas, etc. Pero estos cambios no afectan los elementos básicos de la operación política. Simplemente la política se ha vuelto orgánica de otra manera y actores más técnicos ocupan desarrollan las mismas funciones que antes eran sólo desarrolladas por los partidos. La centralidad actual del liderazgo, e incluso su carácter individualizado, no coincide con la imagen total y autónoma del liderazgo de masas, caracterizado por la sociología de principios del siglo XX. Las conceptualizaciones clásicas sobre el tema del liderazgo, en la sociología política, se centran en la relación entre líder y masas, relación mediada por la organización o el partido (Weber, Michels, Mosca). Si los partidos dejan de contener la producción de la política y esta es asumida por las estructuras ad hoc del liderazgo, entonces éste deviene en institución, más allá de constituirse como cualidad, despeja y articula de otra manera la mediación con las masas. Esta institucionalización del liderazgo, más allá de reforzar su carácter individual, refuerza su carácter disnormativo en relación al contexto normal del sistema político, pues este es normado por leyes que no norman los liderazgos sino los partidos, y refuerzan la necesidad de estrategias inclusivas o colaborativas. El liderazgo, para restablecer la mediación, estará obligado a adecuar la norma vigente de acuerdo a sus necesidades de vigencia y efectividad. El liderazgo individualizado ofrece hoy una imagen distante del caudillo carismático que llevaba en sus hombros la misión del progreso (Ollier, 2010). Ofrece la imagen de un liderazgo parcial y consensual, hegemónico más que total, pragmático más que ideológico, heterónomo más que autónomo, donde la función de la conducción política del sector puede ser asumida por más de un líder, con un sentido tanto competitivo como colaborativo. Este rasgo es visible en los liderazgos persistentes de la derecha chilena del periodo de oposición y la presencia de múltiples líderes requiere hablar de una imagen constelada del liderazgo para caracterizar la dinámica colaborativa de la conducción política de la derecha en esta fase.
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La construcción de la identidad nacional desde el discurso de género en la historiografía conservadora chilena

Armijo Garrido, Lorena 09 January 2005 (has links)
Socióloga / La configuración de la identidad surge de la experiencia del hombre en sociedad, de su relación con el entorno. El sujeto se va haciendo a través de la interacción con otros en las relaciones sociales que entabla. De esta manera la identidad se construye como algo concreto y particular, en la cual el grupo para a ser constitutivo de la identidad. En esta construcción identitaria siempre el sujeto busca el reconocimiento de sí mismo en los otros, los que considera iguales a él y con quienes conforma un ‘nosotros’. Así, la identidad siempre remite a la búsqueda de la referencia de uno mismo en el entorno, siendo un proceso socialmente construido en el cual la presencia del otro es fundamental. Pero también el sujeto busca el reconocimiento de sí mismo en un colectivo mayor, en un grupo social que lo defina a él y a su grupo, dentro de las experiencias que se derivan del compartir la cotidianeidad de la convivencia. Un eje sustantivo en la articulación de la identidad colectiva es la producción social de sentido. Se es miembro de un grupo en la medida en que el sentido de ese grupo se hace propio para sus integrantes. La constitución de una identidad colectiva se sustenta en bases simbólicas que mantienen y reflejan un conjunto de normas sociales comunes dentro del grupo. De este modo, la identidad colectiva es un conjunto de normas sociales y también una comunidad de símbolos. La sensación de pertenencia a un grupo está fuertemente influida por la participación en conjuntos de significaciones sociales o imaginarios que van creando y recreando la producción de sentido. Lo anterior facilita la aprehensión de la realidad como algo dado y ordenado, con sentido, como un orden de objetos que han sido designados como tales antes de su propia acción, que se imponen por sí solos. En este ordenamiento la actitud natural que prevalece es aquella de la conciencia del sentido común, puesto que refiere a un mundo que es común a todo un grupo social. Pero la identidad colectiva no sólo es del orden de la comunidad de símbolos. Es también lo que el mismo término de ‘identidad colectiva’ remite: una forma plural de ser “el mismo”. Significa que una serie de individuos son un mismo sujeto. En efecto, también en la vida social prevalecen varios y diferentes formaciones colectivas de ‘el mismo’ que constituyen identidades colectivas singulares que se distinguen entre sí. La distinción más elemental para la formación de la identidad colectiva es aquella que se establece entre un ‘yo’ respecto a un ‘otro’, que conduce a la forma plural dentro del colectivo a la distinción entre un ‘nosotros’ y un ‘ellos. Para que la distinción ‘nosotros’/‘ellos’ opere en la vida cotidiana es necesario mecanismos o formas de concreción que sean permanentes en el tiempo. Estas modalidades de concreción son útiles cuando esa distinción (nosotros/ellos) es percibida por el colectivo como natural e inmanente, es decir, cuando esta distinción se naturaliza se produce un desplazamiento simbólico de lo contingente (que puede ser de uno u otro modo) a la necesario (lo que sólo puede ser del modo que es). La construcción de la idea de nación es un buen ejemplo de esta distinción. La nación es una referencia de simetría simbólica entre los connacionales, pues todos conforman un nosotros, esta simetría simbólica no implica necesariamente una simetría material. En efecto, la nación, en términos generales, articula al ‘nosotros colectivo’. Y ese ‘nosotros’ constituye una relación de identidad en la medida que se torna regla de semejanza, a la vez que es un criterio para demarcar la diferencia con ‘los otros’. Al respecto, la idea de nación es una fuente de asimetría simbólica en la que unos (nacionales) construyen su identidad en oposición a otros (extranjeros). Pero también en la emergencia de la noción nacional se cruza la definición de lo femenino y lo masculino que cada cultura tenga, aportando a aquélla significaciones, contenidos y prácticas que van delineando y particularizando a cada comunidad política. Como en toda formación identitaria, la identificación es un factor crucial en el proceso de la construcción del género puesto que, en general, los hombres se identifican con los otros hombres y las mujeres con las mujeres. A partir de lo cual se construyen las identidades masculinas y femeninas de unos y otras como dos culturas y dos tipos de vivencias simétricas simbólicas cuando hacemos referencias a un ‘nosotros’ (masculino o femenino) y asimétricas simbólicas cuando se refieren a su opuesto. Como en cualquier construcción de identidad, la de género se configura no sólo como percepción de los sujetos acerca de su mundo, sino que también, como productos de diversas formas de acción o práctica, que se construyen dentro de estructuras, instituciones, marcos normativos y organizaciones de la vida social, política, económica. Es aquí donde los sujetos pueden aprehender las significaciones e imaginarios sobre el género como algo normal y evidente para sí. Ambos ejemplos de identidad colectiva, suponen un medio que posibilita la interacción mediada por símbolos, lo que permite la reproducción de la sociedad y la transmisión de determinadas imágenes de mundos. Este medio denominado ‘mito’es considerado como un interpretador del mundo, pues se ha conformado para objetivar o explicitar la distinción entre ‘nosotros’ y ‘ellos’. Su función ha sido el mantener y afianzar los sentimientos internos de solidaridad como también aumentar la diferenciación o asimetría simbólica con los otros, o sea, con ellos. En general, los mitos se construyen a partir eventos históricos que han llegado a ser importantes para el grupo. Entre estos eventos, uno nuclear es el acto heroico de un miembro de la comunidad que ha llegado a considerarse como un hito para los miembros de una comunidad, quienes, a través de la conmemoración de este evento, solidifican sus lazos como connacionales, explican la construcción genérica de su sociedad y generan imágenes de mundo que integran a la nación o a las nociones del género en unidades discursivas totalizantes. Estos actos heroicos han sido rememorados y difundidos históricamente a través de diversas modalidades de expresión: el arte, la literatura, la historiografía, etc. Y precisamente ésta última es nuestro objeto de estudio porque la historiografía aparece como una disciplina particularmente atractiva para apreciar las formas simbólico-políticas de la construcción de la nación y para instalar en la sociedad un modelo pautado de comportamiento de hombres y mujeres. En efecto, la historiografía chilena de corte conservador puede ser considerada un objeto de investigación sumamente relevante. Es indudable que ella es parte de dinámicas de construcción simbólica de la nación, pues está fuertemente vinculada a la constitución de la institucionalidad chilena y sus representaciones a través de la educación. En este sentido, en ella se configura una clara interpretación solidaria de la historia, partiendo de la base de una inmanencia de la nación, así como también se construye valoraciones, cogniciones y percepciones del ser hombre y mujer que pueden desprenderse directamente del discurso acerca de lo nacional. Sin embargo, de aquí emergen numerosas problemáticas. Esta investigación, obviamente, pretende concentrarse en aspectos acotados y precisos. Por ello, se ha considerado relevante la observación de una construcción simbólica paradigmática en lo que a construcción simbólica de la nación se refiere. Se trata del imaginario del héroe, elaboración mítica fundamental en las interpretaciones de la historia que pretende resaltar la importancia de la nación, así como releer el discurso de la nación desde el género. En particular, esta investigación se centrará en construir la idea de nación desde la figura del héroe nacional, para luego revisar la idea de identidad nacional desde el discurso de género. La idea es resaltar las definiciones de adquieren las categorías de lo femenino y lo masculino en el discurso historiográfico y que son representadas mediante las figuras del héroe nacional, las mujeres que allí aparecen, la divinidad, la tierra natal, entre otros. Se trata, finalmente, de captar los imaginarios y concepciones que se desprenden de las imágenes de hombres y mujeres que hay en nuestra sociedad, la posesión de atributos que definen la virilidad y feminidad, y la realización de prácticas, conductas y comportamientos que son conceptualizados y aceptados y considerados legítimos como masculinos y femeninos por la sociedad. Es decir, reconstruir la idea de nación desde el discurso de la conformación de la identidad genérica consensuada y normada que se expresa en la construcción simbólica que crea la historiografía. En este punto es donde se pretende instalar la argumentación (y el problema) de este estudio. Se pretende señalar que la construcción interpretativa de la figura del héroe opera normativamente sobre ciertas conductas y comportamientos, constituyéndose en la expresión de una emoción (convertida en imagen) del deber ser masculino y femenino, siendo ‘estabilizadores de carácter nacional’ (Hernán Godoy en Hernán Vidal, 1989: 203). Es decir, la imagen del héroe se construye en deuda y sustentándose en la virilidad en particular y la masculinidad en general, mientras que las figuras femeninas se diseñan discursivamente como su complemento. Y este es un punto a tematizar en este estudio, aunque no es el único. En particular, resulta relevante insertarse en la historiografía para conocer cómo el carácter del heroísmo ‘invade’ simbólicamente la construcción de la nación, es decir, cómo a partir de la mediatización del héroe, nación y género se relacionan. Con todo, resulta relevante plantear el problema en términos más concretos. La significación de la nación como una comunidad con atributos no sólo compartidos, sino además con un contenido valorado, con una clara búsqueda de un destino asumido como común, suele ser una elaboración naturalizada, asimilada a razas, lenguajes y otras características consideras socialmente como ‘sustantivas’, propias e identitarias. Por esto es importante explorar una vía de trabajo en la que la significación de la nación, de su historia y destino, pueda permitir desentrañar contenidos particularizantes, centrados en significaciones de ciertos miembros de la comunidad y en particular de aquellos que se relacionan más directamente con el problema de la violencia y la actividad guerrera, como son los hombres, quienes ostentan en su virilidad la atribución de la violencia como un valor, y como a partir de dicha figura se entretejen las percepciones y valoraciones de lo femenino en nuestra sociedad. Surge entonces el problema de los sentidos y prácticas masculinas y femeninas en la construcción de significados de la nación. Pero este problema podría ser tratado desde perspectivas más teóricas o con relación a ciertos casos. Y si bien el trabajo teórico aparece como sumamente viable a primera vista (el problema de la violencia y su relación con la masculinidad y feminidad y el Estado aparecen como relaciones seductoras), en este estudio se ha planteado el problema en el caso chileno. Y para ello se ha concentrado la atención en la significación que se hace en la historia, pues a través de ella se construye sentido social del destino de la comunidad. Y ello se hace muy claramente a partir de productos culturales con utilidad formativa y educacional. En este marco es donde la historiografía tiene relevancia. Y como núcleo del estudio nos ha parecido atractivo seguir una pista: la temática del héroe, donde se avizoran evidentes posibilidades para la integración analítica de la cuestión de la nación desde la dimensión de género. Y resulta que la temática del héroe ha sido principalmente estudiada (como imagen enaltecida) en la historiografía conservadora, que por lo demás ha sido en Chile la ‘historia oficial’ de los programas educacionales.
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De proletario a propietario: configuración de la periferia neoliberal en el área metropolitana de Santiago (1973-1990)

Cornejo Silva, Claudio January 2015 (has links)
Informe de Seminario para optar al grado de Licenciado en Historia
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El discurso del silencio: borraduras y apariciones en la historia

Medel Valdivia, Ingrid January 2005 (has links)
Tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Latinoamericanos
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Julio Bañados Espinosa: escritura y exégesis. Modernidad e intelectuales criollos

Vigneaux Delporte, Pilar January 2014 (has links)
Tesis para optar al grado de Doctor en Literatura Hispanoamericana y Chilena / La presente tesis tiene por objetivo hacer un análisis de la escritura de Julio Bañados Espinosa, intelectual de la segunda mitad del siglo XIX. En estas páginas, se analizará la construcción del intelectual decimonónico y se hará una exégesis de la escritura de Julio Bañados. Así, se identificará cómo es que el autor construye su subjetividad como intelectual a través de la escritura y cómo es que la escritura también conforma la nación. Se analizarán los siguientes libros del autor: Ensayos i bosquejos (1884), Letras i política (1888), Cartas del Destierro (1891-1894, publicadas en 2006), y Balmaceda, su gobierno y la Revolución de 1891 (1894). Luego, se verá cómo, de la literatura, es preciso llegar al hacer en el cargo público y cómo este puesto en el Estado vuelve a las letras, cuando el intelectual se transforma en el escritor de la ley. Se analizará también el concepto estético de Bañados de orden y cómo es que lo aplica a la nación. Finalmente, se hará un análisis de las causas de la Revolución de 1891 y se verá cómo Julio Bañados enfrenta este quiebre del orden nacional, desde el destierro. Una vez en el extranjero, Bañados vuelve a escribir para rememorar el gobierno de Balmaceda, para contar la verdad, como le pide el Presidente, y escribe también para rearmar su subjetividad y la de la nación, haciendo uso de los antiguos valores intelectuales, cuando la modernidad ya ha cambiado la sociedad chilena de fin de siglo.
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Identidad y comunidad: el caso de la Población Obreros Molineros y Panificadores (1957-1985)

Rodríguez Guzmán, Natalia January 2015 (has links)
Informe de Seminario para optar al grado de Licenciado en Historia
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Memoria de la independencia y representación de la nación en Chile, a través del 18 de septiembre (1900-1920)

Araya Ramírez, Daniela January 2016 (has links)
Informe de Seminario para optar al grado de Licenciado en Historia
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Educación popular en período de transición. Entre la autonomía y la integración: El caso de la Caleta en Chile. Perspectivas para el pensamiento y propuesta Freiriana

Rodríguez Díaz, Claudio A. January 2006 (has links)
(...) el presente estudio busca recoger la experiencia de un caso concreto de trabajo y los resultados de su propuesta así como el impacto de los cambios del entorno en su quehacer en la década de los 90. ¿Cómo afecta la retirada de la Educación Popular como metodología de trabajo validada para el abordaje de procesos de intervención y cambio social? ¿Cuál es la estrategia desarrollada para la relación con el Estado en este nuevo escenario y la mantención de la autonomía de su trabajo? ¿Cuáles son los resultados concretos de su trabajo, la percepción de quienes trabajaron y de quienes fueron destinatarios de éste?, son algunas de las inquietudes que este estudio buscará responder.
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Hornopirén (1973-2007): tres décadas de cambios, contradicciones y paradoja

Román Carrasco, José January 2012 (has links)
Informe de Seminario para optar al grado de Licenciado en Historia / Muchas veces, pareciera ser que la Patagonia chilena quedó inmovilizada en el tiempo. Renombrados son algunos de los textos1 que relatan la historia de su origen, de su anexión al territorio chileno, y los diversos conflictos que se han suscitado con los países vecinos en torno a los límites fronterizos, como también algunos relatos de los primeros colonos, o las crónicas de aquellos primeros naturalistas y viajeros que se atrevieron a adentrarse a esta zona. Pero en oposición, es muy difícil encontrar textos que analicen la historia de estas regiones en periodos más cercanos, quedando muchos de los procesos actuales en una “confortable” nubosidad. “Confortable”, pues junto con existir un desconocimiento respecto de su historia actual, tal pareciera que este desconocimiento a generado como correlato la idea de un cierto estado de “armonía” en el cual no existieran ni luchas, ni conflictos, ni tensiones históricas en este territorio. Frente a ésta situación, es que desde esta investigación se plantea la necesidad de realizar un análisis crítico desde nuestra disciplina, que se esfuerce por re-pensar la historia de esta zona más allá de los clásicos discursos nacionalistas en pro de una defensa de la Patagonia frente a enemigos y complots internacionales imaginarios (el Plan Andinia, por ejemplo) , y por sobre todo, alejado de esta atmosfera reduccionista de “armonía” y “pureza” con la cual los capitales invertidos en el turismo, muy potenciado por el Estado chileno, han intentado cubrir la actual situación de crisis en la cual se encuentran amplios sectores de este territorio.

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